Colocación de la primera piedra del Faro de Chipiona

Colocación de la primera piedra del Faro de Chipiona

Por Juan Luis Naval. Cronista de la Villa.
Con respecto a los detalles de la ceremonia de colocación de la primera piedra del faro, son interesantes los artículos de la prensa de la época, como este del “Comercio”, periódico de Cádiz que en su número de 3 de mayo de 1867 publicaba lo siguiente:
«Con inusitada ostentación tuvo lugar el jueves último el solemne acto de colocar la primera piedra del faro que, bajo la dirección del entendido ingeniero D. Jaime Font, se ha de construir en la inmediata villa de Chipiona.
Convidados al efecto el Excmo. Sr. Gobernador de la provincia D. Antonio Guerola, el ingeniero jefe D. Carlos Mª Cortés, el individuo del mismo cuerpo D. Juan Ravina e Imar, el diputado provincial del distrito D. Federico Ferrer, con algunas otras personas notables tanto de Cádiz como de la inmediata ciudad de Sanlúcar de Barrameda, por el activo y celoso contratista de faro D. Antonio Lazo, se empezó la ceremonia con la celebración de una solemne Misa cantada en el cercano y antiguo santuario de Ntra. Sra. de Regla.
Concluida la misa fue sacada procesionalmente dicha imagen, acompañada de todos los circunstantes y de un numeroso pueblo que se apiñaba a las puertas del templo, hasta el lugar donde se hubiera de colocar la piedra, ya de antemano lujosamente decorado, con caprichosos adornos de follaje y vistosas y multiplicadas banderas».
«Desde la noche anterior corría el rumor entre los habitantes de la Villa que, en el tristemente célebre bajo de Salmedina, había varado un buque cuya nacionalidad se ignoraba. Reciente aún la sensible pérdida de un buque inglés, que días antes aconteciera, cuya tripulación subida a los mástiles en vano imploraba la caridad pública, pues ni el estado del mar ni el horroroso huracán permitía darle auxilio de clase alguna, teniendo que presenciar desde la costa los inútiles esfuerzos que hacían por conservar un instante más la existencia y hasta creyendo quizás escuchar el grito más agudo de dolor o la más ferviente plegaria, se temía, y con fundada razón, que aguardase igual suerte a este buque, si al subir la marea no se calmaban las olas y permitían que desembarrancase.
En tan crítico momento, en tan apurado trance, resonó una voz unánime, compacta, unida, la de todos los espectadores, solicitando que se llevase la sagrada imagen hasta colocarla enfrente del buque. Como no podía ser por menos, se hizo así, y aquella numerosa muchedumbre, cediendo toda a un mismo sentimiento e hincando sus rodillas en la húmeda playa, unió sus preces a los cantos de la Iglesia pidiendo a Nuestra Señora la salvación de aquellos infortunados. ¡Escena digna de general contemplación! Terminó el rezo, siguió la procesión hasta el sitio que ha de ocupar el faro, pero llevando todos la vista fija en el buque y no hablándose de otra cosa que de su inminente peligro, el que sólo podía disminuirse si el mar se tranquilizaba y salían los prácticos del puerto.
Pero de pronto, una voz de júbilo vino a llenarnos a todos de alegría. ¿El buque se había salvado! ¡La ferviente oración había llegado al cielo! ¡No en balde se había tomado por intercesora a Nuestra Señora de Regla! Difícil es en extremo tratar de describir esta escena; pálidos serían todos los colores, inciertas todas las descripciones, vaga toda narración. El buque hinchó las velas y poco a poco fue desapareciendo de la vista llevándose nuestra angustia y dejando sólo algún eco perdido, última expresión de sus voces de agradecimiento.
Bajo esta impresión, pues, íbamos a presenciar la colocación de la primera piedra fundamental de un faro de primer orden, llamado a evitar escenas como la que acabábamos de lamentar; faro que, además, por su importancia habrá de llamar la atención de propios y extraños, pues será uno de los principales de España.»
«A la voz del inteligente joven ingeniero director D. Jaime Font, empezó a descender entre flores y banderas la enorme piedra que se hallaba suspendida a una respetable altura, y cuyo peso, según nos manifestaron, era de 63 quintales; bendecida por el Sr. Cura de la Villa auxiliado por el R. Padre encargado del Santuario de Ntra. Sra. de Regla, y después de firmar los concurrentes el acta y depositarla ésta, con las monedas, diarios y demás objetos de costumbre, el Excmo. Sr. Gobernador pronunció un breve, oportunísimo y sentido discurso, en el que hermanando el sentido religioso con conocimientos nada vulgares sobre el asunto, excitó el entusiasmo de los concurrentes, concluyendo con un espontáneo viva la Reina, que fue sonoramente repetido por algún tiempo.»

Discurso del Gobernador:
Señores: Reconozcamos la importancia de este acto. Lo que hoy inauguramos no es una obra insignificante. Es la construcción de un faro de primer orden que alumbrará a los navegantes en este paso peligroso, que evitará muchas desgracias, que salvará algunas vidas. Cuando este faro se halle concluido no presenciaremos desde aquí espectáculos como el de esa fragata que ha encallado hoy a nuestra vista.
Hay otra coincidencia notable. Aquí, el faro de Chipiona; allí a cien pasos, el antiguo monasterio de Nuestra Señora de Regla, objeto de la veneración del país, restaurado por el celo religioso de los señores duques de Montpensier.
Aquí un faro que la ciencia levanta para guiar al navegante; allí, un faro de otra especie, venerable santuario a donde el marino en la tempestad dirige su mirada de angustia y su plegaria de cristiano.
Hermanemos estos dos faros de esperanza, y felicitémonos por ver principiada esta importante obra que la historia añadirá al catálogo de las muchas que enaltecen el reinado de doña Isabel II. ¡Viva la Reina!

BIBLIOGRAFÍA:
1. El Comercio. Periódico de Cádiz. Nº 3. 03/05/1867. Publicado en sus memorias por Antonio Guerola, Gobernador de Cádiz en 1863 y asistente al acto de la colocación de la primera piedra del Faro de Chipiona.
Juan Luis Naval Molero Cronista Oficial de la Villa de Chipiona.
Para ver anteriores publicaciones: http://chipionacronista.blogspot.com.es/

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