Felix Machuca entrevista a Marina Bernal sobre la salida de Anonimos Infinitos para ABC de Sevilla

Felix Machuca entrevista a Marina Bernal sobre la salida de Anonimos Infinitos para ABC de Sevilla

Felix Machuca y fotografia Juan Flores para ABC de sevilla.

La co­no­ce­réis por su ros­tro, co­men­ta­rios y fo­tos. Es la pe­rio­dis­ta to­tal. Su voz no le es ex­tra­ña a la ra­dio. Y su ros­tro a las te­le­vi­sio­nes. Pe­ro hoy se aso­ma a su rin­cón se­vi­llano por otro mo­ti­vo. Aca­ba de pu­bli­car su pri­mer li­bro, ti­tu­la­do “Anó­ni­mos Infinitos».Se trata de la periodista Marina Bernal
–Di­cen que uno es­cri­be lo que es. ¿Qué nos re­ve­la en ese li­bro de su iden­ti­dad? —Mi for­ma de pen­sar, de sen­tir y de ver la vi­da. Soy una per­so­na es­pe­ran­za­da y muy op­ti­mis­ta

—Pe­ro el li­bro es­tá ali­men­ta­do por otras iden­ti­da­des, por as­pec­tos vi­ta­les de per­so­nas co­no­ci­das y anó­ni­mas. ¿Qué apa­re­ce en esa fo­to­gra­fía? —Apa­re­ce la vi­da. El do­lor, la ale­gría, la pe­na, la amis­tad, el amor, el desamor, la trai­ción, el de­sen­ga­ño y, por su­pues­to, siem­pre la es­pe­ran­za.

—«Mi ma­dre me di­jo que era una ni­ña muy va­lien­te», le con­fie­sa una chi­ca de diez años aco­gi­da al ho­gar San Car­los de Chi­pio­na. ¿Qué hi­zo esa he­roí­na? —Con esa edad con­tó a su pro­fe­so­ra en el co­le­gio las es­ce­nas vio­len­tas que ha­bía pre­sen­cia­do en­tre su pa­dre y su ma­dre. In­me­dia­ta­men­te la en­via­ron a un cen­tro de aco­gi­da y su ma­dre se sen­tía or­gu­llo­sa de ella y le di­jo que ha­bía he­cho lo que ella nun­ca se hu­bie­ra atre­vi­do a ha­cer.

—Me ha im­pre­sio­na­do el que le de­di­ca a una chi­ca que se re­en­cuen­tra con su pa­dre en el le­cho de muer­te. —Tras un dis­tan­cia­mien­to pro­vo­ca­do por el di­vor­cio de sus pa­dres, es­ta chi­ca ha­ce las pa­ces con él en los úl­ti­mos días de vi­da. Me di­jo que le co­gió la mano y em­pe­zó a con­tar­le to­do lo que lle­va­ba den­tro a lo lar­go de tan­tos años. Ver­ba­li­zar es fun­da­men­tal en las re­la­cio­nes hu­ma­nas.

—Y el amor sin edad. Con Isa­bel Allen­de. A sus 75 años pa­ra go­zar del es­tan­que do­ra­do. —Eso de­mues­tra que el amor no tie­ne edad y que cuan­do te enamo­ras a cier­ta edad es me­jor no per­der el tiem­po. Ella lo tu­vo cla­rí­si­mo y me pa­re­ce un ac­to muy va­lien­te. —Al com­pa­ñe­ro Fer­nan­do Ca­rras­co le de­di­ca un bo­ni­to re­cuer­do.

—Fer­nan­do era com­pa­ñe­ro y ami­go. Coin­ci­di­mos es­tu­dian­do pe­rio­dis­mo en el CENP y nues­tras ca­rre­ras han si­do pa­ra­le­las aun­que nun­ca lle­ga­mos a tra­ba­jar jun­tos. Siem­pre fue ca­ri­ño­so, ge­ne­ro­so y tre­men­da­men­te vi­ta­lis­ta.

—A Ra­fael Ser­na le otor­ga el tí­tu­lo de poe­ta de Se­vi­lla. —A Ra­fa ten­go el pla­cer de co­no­cer­lo des­de que co­men­zó su ca­rre­ra y es una de las per­so­nas más au­tén­ti­cas que he co­no­ci­do, por eso lle­ga a la gen­te. Lo que es­cri­be es lo que real­men­te sien­te.

—Sa­bien­do que us­ted pier­de pie en Chi­pio­na hu­bie­ra si­do un cri­men ol­vi­dar a Ro­cío Ju­ra­do. —Ro­cío Ju­ra­do fue una gran maes­tra pa­ra una ge­ne­ra­ción de pe­rio­dis­tas. Al ser una es­tre­lla in­ter­na­cio­nal y co­no­cer a los me­dios de co­mu­ni­ca­ción de tan­tos paí­ses, siem­pre apren­día­mos de ella.

—Por cier­to, re­sul­ta evi­den­te que la pren­sa del co­ra­zón se ha con­ver­ti­do, en gran me­di­da, en una má­qui­na de pi­car car­ne. —Re­sul­ta evi­den­te que la pren­sa del co­ra­zón de hoy día no tie­ne na­da que ver con la que era cuan­do yo em­pe­za­ba. Yo soy pe­rio­dis­ta y siem­pre es­ta­ré don­de se ha­ga pe­rio­dis­mo.

—¿De­man­da­ba el pú­bli­co esa for­ma de ha­cer pe­rio­dis­mo o se ha acos­tum­bra­do al con­su­mi­dor a un es­ti­lo tan car­ni­ce­ro? —Yo creo que el sen­sa­cio­na­lis­mo y los su­ce­sos siem­pre han si­do gan­chos muy atrac­ti­vos. Cuan­do se quie­ren re­sul­ta­dos in­me­dia­tos se re­cu­rre a ello. Hoy en día es la te­le­vi­sión quien mar­ca la ten­den­cia y las re­vis­tas van de­trás.

—Par­te de las re­des so­cia­les pa­re­ce que se han uni­do al ban­que­te ca­ní­bal… —To­da­vía es­ta­mos mal edu­ca­dos en el uso de las re­des. Hay que ser cons­cien­te de la res­pon­sa­bi­li­dad que im­pli­ca di­vul­gar al­go, que hay que con­tras­tar lo que se cuen­ta y, por su­pues­to, ha­cer­lo siem­pre sin re­cu­rrir a iden­ti­da­des fal­sas.

—El se­llo de su mar­ca pe­rio­dís­ti­ca ha si­do siem­pre la ele­gan­cia, el es­ti­lo y el res­pe­to. ¿Eso hoy có­mo co­ti­za en las car­ni­ce­rías te­le­vi­si­vas? —Evi­den­te­men­te mi for­ma de tra­ba­jar no es­tá de mo­da en los úl­ti­mos años. Pe­ro yo no soy una mo­da. So­lo soy una pe­rio­dis­ta y le agra­dez­co mu­cho la for­ma en que me ve.

—¿A Isa­bel Pan­to­ja quién le hi­zo más da­ño: la en­vi­dia ar­tís­ti­ca o su en­torno? —Creo que a Isa­bel lo que más da­ñó su ima­gen pú­bli­ca es ha­ber ca­lla­do mu­cho du­ran­te mu­cho tiem­po. El si­len­cio mu­chas ve­ces tam­bién per­ju­di­ca.

—¿Qué sa­be de Car­men Se­vi­lla? —Si­gue in­gre­sa­da en una re­si­den­cia en Ma­drid y me da mu­cha pe­na pen­sar que Car­men siem­pre es­tu­vo asus­ta­da por pa­de­cer la mis­ma en­fer­me­dad que pa­de­ció su ma­dre. Re­cuer­do que en Se­vi­lla vino a inau­gu­rar un cen­tro de Alz­hei­mer con su nom­bre en Se­vi­lla Es­te.

—Una cu­rio­si­dad: me de­di­ca su li­bro co­mo un re­ga­lo de un re­ga­lo que le ha­cen. ¿Me des­ve­la el mis­te­rio o lo de­ja­mos en el ai­re? —Lo de­ja­mos en el ai­re. Pe­ro si­go cre­yen­do en los Re­yes Ma­gos.

ABC (Sevilla), España
21 ene 2019

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