Esa sangre veloz de los artistas. «Los 22 años de Materia Prima»

Esa sangre veloz de los artistas. «Los 22 años de Materia Prima»

Facebook lo anuncia a los centenares de agregados del grupo musical: que Materia Prima cumple 22 años. Pero mejor que Facebook la cuenta la llevan ellos tres, Mónica, Pedro y Juan. Y es como un largo rosario de misterios para el gozo, el dolor y la gloria. Así es la música. La de Materia Prima y la de Julio Iglesias si se tercia. No se escapa nadie. Cada cual tributa sobradamente lo que consigue. Y el que defrauda en esfuerzo y tesón, dura en esto dos días. Como un guiño, hasta la cifra del aniversario son dos números camino de sumar otros.

No es redonda como veinte o veinticinco; que quede así claro de ese difícil mundo de los artistas cómo sufren los amargos esquinazos del éxito cuando menos se lo esperan; y que por muchas apariencias que lo pretendan, redondo, lo que se dice redondo, no les sale nada… ni los cd que graban. A los cd les pasa como a La Maestranza, que tenida por una hermosa circunferencia de la emoción no deja de ser un ovoide tan bello que resulta perfecto hasta por donde se perdió la línea deseada. La vida de los artistas está harta de partir hacia direcciones de todo tipo, marcada por destinos que acaban siendo los más inesperados, los menos programados. Es tan dura porque es apasionante y es apasionante porque es dura.

Yo he puesto los pies en muchos de esos días de los veintidós años de Materia Prima; los pies y el alma, pues de otra forma no te puedes entender con tres personas absolutamente incomparables en sensibilidad. Montones de mañanas en vísperas de mis discos me fui a pedir ayuda a mis “hermanos”, como si yo fuera uno más entre ellos, el cuarto al que le abrieron generosamente las puertas en aquel chalet familiar de la avenida de los Pinos en Simón Verde. El salón sólo nos albergaba a nosotros, pero estaba repleto de acordes y de sueños, no cabía una ilusión más… sencillamente porque las teníamos todas. Y el gusto por lo exquisito en el piano de Pedro o en la guitarra de Juan llegaba al mismísimo extremo de sentirte en el exilio de unos tiempos chabacanos. Pero si Mónica cantaba ya era otra órbita: la que quedaba liberada del Fary, del hijo del Fary y del surrealista torito. Si Mónica cantaba, entendía menos que nunca el éxito de Estopa en el mismo país donde antes habían estado Los Bravos o Mecano. Y ahora, a tono, y nunca mejor dicho, con los antecedentes de tanta categoría artística, tres chicos jóvenes contaban y cantaban con el denominador común -común en ellos y extraño de hallar- del talento. Como otros conocieron en su día la caverna de Los Beatles, yo asistí muchas veces a la “caverna” de Materia Prima.

Los sacrificios del trío durante tantos años me han hecho preguntarme a mí y a tantos ¿qué estaba pasando en el mundo de la música, quién andaba estropeando al público, manejando las cúpulas de un poder decisorio repugnante, martilleándolo con estribillos estúpidos, permitiendo que abriera la boca Karmele Marchante o nos representara en Eurovisión el mamarracho aquel intolerable del que a Dios gracias no recuerdo ya su nombre de imbécil? La lenta lucha de Materia Prima por hacerse con su honroso sitio no dejó de interrogarme ¿hasta dónde se atrevería a llegar una radio sin escrúpulos que negociaba la intromisión de lo que nunca debería haber llegado a los oídos de nadie? La larga batalla de Materia Prima me cuestionó si merecía la pena entregar tantas perlas a los cerdos de una industria que, al final, se ha buscado ella solita su propia ruina al terminar siendo el escombro de las apisonadoras de sus lamentables producciones.

Juan, Pedro y Mónica llegaron a ganar ni más ni menos que el primer premio del Festival de Viña del Mar, que tiene mérito ante un público tan despiadado como el chileno, que te hunde con su dedo pulgar hacia abajo lo mismo que en los circos el pueblo romano podía mandarte a los leones. Pero la victoria con una canción maravillosa, “Cuando quieras volver”, no pudo recabar la atención de una audiencia millonaria succionada por el “glamour” de aquella a la que citan como princesa del pueblo, siempre en reunión con no sé cuántos súbditos y mendicantes más tan patéticos como ella.

22 años de un artista, de tres en este caso, dan para todo. Y desde luego para más cosas que habré de ir contando sobre Materia Prima. Del sabor agridulce de toda trayectoria artística quedan siempre las canciones, las hermosas canciones que acuden sin falta a nuestras vidas como si las citáramos en cada momento para reunirse con nosotros en el lugar exacto de los besos y de las despedidas. Materia Prima es ya el telón de fondo musical de los enclaves sentimentales de miles de personas, de miles de amores y de desamores. Y es también una selecta colección de duetos que no tienen desperdicio ninguno: junto a Pasión Vega, a Café Quijano, a Rafael Basurto de Los Panchos… hasta el torero Enrique Ponce.

Gracias, Materia Prima. Ya sé que es poco darlas, pero si Mónica ha declarado públicamente en la carátula de uno de vuestros discos que su canción favorita es “Más” de José María Fuertes, yo os puedo asegurar que no sabría elegir una sola entre vuestro genial repertorio, ese cuyas historias de amor lleva prendidas como inseparables a vuestra escritura la propia letra que va en la sangre de quienes os admiramos.

(*)José María Fuertes es cantautor y abogado

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