FELIZMENTE DESBORDADO!!!

FELIZMENTE DESBORDADO!!!

Por la fiesta de La Inmaculada vengo a cumplir años escribiendo para vosotros. Cuatro ya mismo. La ocurrencia del periodista Juan Mellado para que lo hiciera me ha llevado más allá de lo que yo me hubiera imaginado -y que conste que uno tiene imaginación-. Pero escribir en Internet da un resultado en número de lectores que supera ampliamente la repercusión del kiosko.

Me leen ya desde países en los que yo no he puesto ni los pies; habéis conseguido que envidie a mis propias palabras, las que circulan por lugares lejanos pendientes de mis deseos de visitarlos: Rusia, México, Perú, Colombia, Argentina, Chile, Siria, Canadá, Miami, Nicaragua… en realidad una extensa órbita internacional que tiene su origen en el inacabable mundo raphaelista, que surgió para mí a raíz de los primeros artículos que dediqué al gran artista español, ese mundo que ahora me dedica su atención y afecto, haciéndome suyo a través de un asombroso entramado de redes sociales electrizadas por el nombre del cantante. Fue desde luego una de las mayores sorpresas que me llevé al hilo de mis crónicas. El colmo ha sido una corresponsalía de honor en Moscú, la de Viva Raphael, con lo que eso significa en Moscú, y en toda Rusia, donde el cantante de Linares está considerado un héroe nacional propio.

En realidad yo empecé comprometiéndome a recordar mis andanzas por el ambiente artístico. Pero los lectores -y no digamos las lectoras- me fueron llevando hasta otros temas a abordar, porque un buen día se me ocurrió meterme en faena con el amor y el desamor, y la correspondencia que generé me desbordó. Después vinieron mis opiniones sobre el resto de la actualidad, en la medida que yo humildemente puedo abarcarla, porque si la actualidad -siendo tan prolífica- te convierte en algo es en humilde; no digamos en prudente y cauteloso.

Y desbordado estoy desde entonces. Esa es la suerte que os debo. Sin embargo, es también la paciencia que os pido; la paciencia que os ruego para contestaros uno a uno cada mail que me envíáis, tranquilamente, sin salir del paso con un agradecimiento cortés escrito con rapidez. A veces median semanas entre vuestros correos y el mío, pero acabo contestando individualmente, pues sé que no tiene precio el tiempo que me dedicáis, las confidencias íntimas y personales que me hacéis, lo estimulados que os sentís con alguien de barro como yo al que tomáis por un hombre con entusiasmo de acero.

A pesar de todo, no os podríais calcular la de veces que me tienta abandonar esta arriesgada aventura de la sinceridad que es escribir. Pero debo a vuestra atención y seguimiento el empeño de continuar haciéndolo. ¿Qué necesidad tengo yo de esto, suelo decirme, de echarle valor con políticos ladrones, con jueces sin justicia, con abogaditos picapleitos buscando un estrellato inmerecido, con personajillos frustrados a los que les amarga la conciencia de su mediocridad, con santones que pretenden patentar a Dios, con plantarle cara y letras a un país institucionalmente vergonzoso?

Si se llegó a decir en tiempos pasados que en España escribir es llorar, en estos últimos años de dictadura disfrazada de democracia, escribir es jugársela.

Supongo que como en la canción del Dúo Dinámico, resistiré. Y ya conocéis cómo acaba siempre este tipo de cartas: con la mejor palabra, la más insuficiente y limitada palabra, la única a mi alcance con la que decir tan poco cuando tanto es lo recibido, gracias.

José María Fuertes

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