MIGUEL CAICEO: Cuando los sueños se cumplen

MIGUEL CAICEO: Cuando los sueños se cumplen

El punto de partida de un artista son sus sueños. El actor Miguel Caiceo tuvo el suyo propio y lo cuenta ahora en sus memorias, presentadas recientemente en el sevillano Teatro Lope de Vega, editadas por la Fundación Aisge y dentro de la colección Memoria de la Escena Española.


Las ha titulado “Historia de un sueño”, con lo que parece dejar patente que logró aquello que perseguía. Y a partir de ahí ya cabe imaginar que quien alcanza sus sueños es porque ha hecho un largo recorrido de esfuerzos, sacrificios, valentía y tenacidad. Y sufrir, desde luego sufrir, porque sólo es capaz de conseguir las más grandes cosas el que tiene capacidad para sufrir mucho.

Miguel Caiceo escribe todo eso, da testimonio hasta de su hambre y su frío; pero lo cuenta redimido a sí mismo, como si no olvidara en el fondo de su corazón que se ha dedicado a hacer reír a los demás, y tampoco quiere dejar de hacerlo hasta cuando recuerda sus penurias recién llegado a Madrid.

He de reconocer que me fascinan las memorias y las biografías en general. Es como si, más que historias, te escribieran terapias de la voluntad. Tuve entre mis manos la de muchos personajes: Picasso, Dalí, El Cordobés, Sinatra, Monserrat Caballé, Pavarotti, Raphael, Julio Iglesias, Piaf, Cela… Por todas atraviesa un nervio central: no hay nada importante que podamos conseguir en la vida sin riesgo y aventura, no hay nada relevante que provenga de la seguridad. Los más grandes son los más atrevidos. Miguel Caiceo lo fue para dejarse atrás una Sevilla familiar de cuatro esquinas y meterse en el cuerpo un Madrid que no se acababa nunca.

Las memorias de Caiceo son tan entretenidas como lo fue su vida, tan divertidas como lo fue su humor, tan intrigantes como hizo la búsqueda del éxito televisivo, tan tiernas como quiso a sus padres y a sus amigos. Pero alguien de su talante -yo le conozco bien- está condenado a no contarse entero, a quedarse sin los rasgos completos, en un perfil de mero esbozo, porque su riqueza humana y artística no cabe en la estrechez natural de unas líneas.

Caiceo, puede asegurarlo quien como yo haya pasado montones de horas, días y años junto a él, es un hombre de tomos, un ser humano y un artista en fascículos, alguien digno de muchas entregas, desde sus inicios como figurante de teatro, después su gran boom televisivo con Doña Paca, o regentando como anticuario una de las mejores tiendas de El Rastro, y ahora como pintor de prestigio. Es un personaje tan interminable como sus inquietudes. Y para quien le ha tenido siempre al lado, una escuela de entusiasmo incansable con la vida. Su anecdotario simplemente podría acabar con todo un bosque de celulosa para publicarlo.

Con todo, sus memorias -seguramente las primeras de quien aún no ha acabado de vivir- serán la oportunidad de una gran aproximación a un ser que parece no tener límites.

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