Goya en la intimidad de Sanlúcar de Barrameda y Doñana

Goya en la intimidad de Sanlúcar de Barrameda y Doñana

Dedicado a MILAGROS MALDONADO, RAFAEL HIDALGO GARCÍA DE VELASCO y a PEDRO SÁNCHEZ NÚÑEZ, por su amor a GOYA y a DOÑANA.
Comentaba en el artículo anterior, cómo toda la obra de GOYA puede entenderse como un diario del autor, en el sentido biográfico de lo que vivía, los personajes a los que retrataba, los otros asuntos que iba abordando,… y también en desde el punto de vista psíquico o psiquiátrico, mejor que psicológico, al atravesar por diferentes crisis físicas y mentales a lo largo de su vida.

Hoy quiero acercarme a ese tiempo que pasó en Sanlúcar y Doñana con la XIII DUQUESA DE ALBA y XIV DUQUESA CONSORTE DE MEDINASIDONIA, pues es allí donde se repuso de sus enfermedades y donde nos dejó numerosos vestigios dibujísticos y pictóricos de cuanto acontecía en su entorno más cercano. Además de con ella, él se relacionó con otros amigos, entre quienes se encontraba –fuera aparte de SEBASTIÁN MARTÍNEZ y MORATÍN que vivía en Cádiz- MANUEL GODOY y la amante de este por entonces, la joven de 16 años PEPITA TURÓ, que como es sabido tenían casa en la esquina de la calle Misericordia de esta localidad gaditana.
GOYA ya había estado enfermo en su primer viaje a Cádiz, en 1872, y no sólo del oído, sino de bastantes padecimientos derivados de la grave enfermedad que contrajo en Sevilla, bien por una prostituta como afirman algunos autores, bien por un mosquito como afirman otros, poniéndole numerosos nombres a estos síntomas, como los que ha recopilado en este caso en su Discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes Sta. ISABEL DE HUNGRÍA, el abogado e historiador PEDRO SÁNCHEZ NÚÑEZ: malatía gravísima derivada de una “dolencia cerebral causada por la viruela, sífilis unida a artritis, hipertensión, sordera y esquizofrenia”, que pudo costarle la vida si no se hubiera marchado a Cádiz, donde “el Dr. JOSÉ DE LA BARRERA y el cirujano FRANCISCO CANIVELL”, hicieron “milagros” para que sanara.
No estoy autorizada para diagnosticar lo que padeció GOYA cuando vino a Sevilla a pintar las Santas JUSTA y RUFINA de la Catedral. Sólo que al día de hoy me sigo preguntando el desencadenante, si tuvo convulsiones, fiebres elevadísimas, afectación neurológica o del sistema nervioso central y también del periférico, una congestión que le rompiera arterias cerebrales y accidentes cardiovasculares, inflamaciones, dolores difíciles de soportar, alteración de la conciencia, infección en el oído interno con posible rotura timpánica, y otras tantas patologías de las que he escrito en artículos anteriores de talante especulativo personal, puesto que él mismo le confiesa a ZAPATER por carta “el ruido” que tiene en la cabeza.

Este ruido o confusión mental le afectó también a la vista, a la concentración, la movilidad, el equilibrio deambulatorio y psíquico, y no sería de extrañar que alguna de las sustancias que le prescribieron no tuvieran algún componente psicotrópico, si es que la enfermedad o el conjunto de síndromes que deberían denominarse ya el “SÍNDROME GOYA” por la concatenación de todos, no le produjera esas alucinaciones que poco después incidirían en los seres que pueblan dibujos, óleos y grabados, sobre todo los “Caprichos” y los “Disparates”.

¿Son una transcripción más o menos fiel de esos momentos de trance existencial, en los que las “Fuerzas del Bien y del Mal pugnaban por llevárselo de este mundo?, ¿qué son esos seres alados, monstruosos, deformes,…analizados desde las secuelas de una patología neurofisiológica, de una cierta locura?, ¿a qué si no esos locos y locas que trata incluso en sus lienzos?
Lo cierto es que aparte de la sordera, toda esta sintomatología debió influir en su carácter -si acaso bipolar o ciclotímico- y de ahí esa dualidad en la obra que realizó a partir de 1792.
Pero continuando con lo que quería decir hoy, a esa misma costa de Cádiz, sólo que a unos kilómetros de distancia como es SANLÚCAR DE BARRAMEDA y DOÑANA, regresará de nuevo ya sordo como una tapia cuatro años más tarde, en 1876, invitado por la que era desde un año antes una de sus clientas ya viuda: la DUQUESA DE ALBA. Allí realizó una serie de dibujos y apuntes de ella, que había iniciado un año antes en Madrid, sólo que ahora no tendrán la solemnidad de los retratos “oficiales”, como los dos que ciertamente hace.
El 1º cuando retrata también al DUQUE CONSORTE DE ALBA y a ella vestida de blanco.
Es indudable que un acontecimiento como la enfermedad, convalecencia y las recurrencias que a partir de ahora van a sucederse, repercutirán en su obra y alterarán su carácter, influyendo en su modo de dibujar y de pintar, en sus temas, técnicas, cromatismo, composición, etc.

Por eso, cuando capta escenas íntimas de los personajes que se dieron cita o residían en Sanlúcar de Barrameda, como los domésticos o los tipos populares que representa en el “CUADERNO A” o “ALBUM DE SANÚCAR” y en el “CUADERNO B” o “ALBUM DE MADRID”, y por esos años del 92 al 97 en sus idas y vueltas de Madrid a Sanlúcar y viceversa, puede decirse que nació ese nuevo GOYA que se escindirá entre los temas públicos y los asuntos cotidianos, entre los realismos y los surrealismos (imposibles).

Por eso mismo, las leyendas apócrifas -porque no hay documentos, ni cartas, ni testimonios memorialísticos- que circulan todavía hoy acerca de una hipotética relación erótica o amorosa entre ambos, serán especulaciones literarias pero no históricas. Hay que señalar que él no vivía en el Palacio de Sanlúcar con la duquesa, aunque sí en el Palacio de DOÑANA, sino con GODOY, su compañera y sus sirvientes, y sobre todo, que no estaba bien visto en la nobleza, tener relaciones con los criados y al fin y al cabo GOYA lo era. Pintor de cámara del rey, sí; pintor de la aristocracia, sí; pintor que pudo entrar en la intimidad de los personajes, también.

En Sanlúcar aunque no se sabe si la terminó más tarde, la va a recoger en un gran lienzo vestida de negro, y a pesar que en la arena haya escrito “SOY DE GOYA”, que le pintara sendos anillos con sus nombres: “GOYA” y “ALBA”; y que la representara a la aguada y a la aguatinta en numeras situaciones: sentada al piano, escribiendo, mesándose el pelo, …, no quiere decir que la captara desnuda, pues la célebre “Maja Desnuda”, no será otra que PEPITA TURÓ, obra que al igual que la “Vestida” perteneció a la colección de GODOY, cuya amistad frecuentó desde bastantes años antes.

En Sanlúcar fijó su atención además de en la DUQUESA, en cantaores/-as, guitarristas, bailaoras flamencas, taberneros, el ambiente que lejos de los compromisos le agradaba frecuentar. Escenas que abrirán las puertas al Costumbrismo, a esa parte del Romanticismo que ahora sí, pueden servir como documentos. Imágenes que se repiten aún hoy en los carteles de Feria de cualquier localidad.
Pero hoy quiero imaginarlo paseando u observando el horizonte de esas playas en la margen izquierda de la desembocadura del Guadalquivir: BONANZA, BAJO DE GUÍA, LA CALZADA, LAS PILETAS y LA JARA. Y de la otra orilla: el litoral de DOÑANA: MALANDAR, EL INGLESILLO, TORRE ZALABAR, TORRE CARBONERO,…los territorios míticos de RAFAEL HIDALGO quien me proporcionó estos nombres y de MILAGROS MALDONADO con su DOÑANA paralela en HATO EL FRÍO (Venezuela). La vida de GOYA, la de Las Marismas, las de la aristocracia y el pueblo que tanto se dan la mano en él, la de la salud y la de la enfermedad, la de ese tiempo en que la vida se para para renacer más fortalecidos.
TERESA LAFITA

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