La proyección de ‘Todo es de color’ contará con la presencia del escritor especialista en el grupo Triana Francisco Gallardo , Vanessa García Pelayo y José Enrique Izquierdo

La proyección de ‘Todo es de color’ contará con la presencia del escritor especialista en el grupo Triana Francisco Gallardo , Vanessa García Pelayo y José Enrique Izquierdo

Radiotelevisión municipal de Chipiona, 11 de abril de 2019.
El ciclo que durante cuatro semanas se ha dedicado en Chipiona al cine de Gonzalo García Pelayo, organizado por la Delegación municipal de Cultura, finaliza mañana viernes, 12 de abril, con la proyección de ‘Todo es de color'(2015), un tributo al mítico grupo Triana.
La actividad, que comenzará a las 21:00 horas, contará con la presencia de Gonzalo García Pelayo y del escritor sevillano experto en Triana Francisco Gallardo Rodríguez, que glosará sobre el legendario grupo y la Sevilla de la época.
Francisco Gallardo Rodríguez, médico deportivo de profesión, escribió su primera novela en 2008 titulada ‘El rock de la calle Feria’, un recorrido cultural y humano de la capital andaluza en los años de la Transición con la música de Triana como trasfondo, toda un crónica social vivida en persona por el propio autor. A este trabajo le siguieron las novelas ‘La última Noche’ (Premio Ateneo novela histórica, 2012) y ‘Áspera seda de la muerte’ (Editorial Algaida, XXI Premio de Novela Ciudad de Badajoz 2018).
El ciclo de cine dedicado a la obra de Gonzalo García Pelayo se ha venido desarrollando desde el pasado 22 de marzo. En las tres jornadas anteriores se han podido ver las películas ‘Frente al mar'(1979), ‘Corridas de alegría'(1982), ‘Alegrías de Cádiz'(2013). En todas la proyecciones se ha contado con un animado coloquio por parte de los asistentes.
A esta proyección también asistirá Vanessa García Pelayo, hija y colaboradora del cineasta, José Enrique Izquierdo, director de fotografía, y participantes en ‘Alegrías de Cádiz’.

TODO ES DE COLOR
‘Todo es de color’ FICHA TÉCNICA

Dirección: Gonzalo García Pelayo
Música: Triana
Fotografía: José Enrique Izquierdo
Duración: 94 min
Género: Road Movie, Musical
Reparto: Javier García Pelayo, Rosa Ávila, Natalia Rodríguez, Alfonso Sánchez, Jorge Cadaval, Ken Appledorn, Alberto López, Alex Peña, Juan Luis Corrientes, Vanessa García Pelayo, Cristina García Pelayo, Silvi Orion, Antonia González, Marta Peregrina, Inma Reiván, Willy Defense, Carlos Bernardino.
Guión: Paco Millán y Javier García Pelayo con la colaboración de Carlos Molinero.
Distribuidora: Góndola Films
Productora: Sara Fijo y Paco Millán
Para quienes quieran cabalgar el viento del cine poético
Espíritu libre, Gonzalo García Pelayo es una de esas rara avis que han sobrevolado, con inclasificable genio, este cine nuestro tan árido y antipático con respecto a las voces con timbre propio e incapaces de seguir (por orgullo y por raza) el discurso monocorde y castrante. Muchas veces le han querido cortar las alas al autor de películas-acontecimiento como ‘Frente al mar’, ‘Corridas de alegría’ o ‘Rocío y José’. Ajeno a ello ha seguido rumbo hacia ese océano de color azul (o de todos los colores) consciente de que su obra quedaba como un archipiélago virgen.
Tras años de silencio, tomándole el pulso a la ruleta de la vida con sonrisa de trilero, ha vuelto a las pantallas con una obra que es, ante todo, experiencia, y que es, sobre todo, un viaje poético, vital y atravesado por la alegría y la tristeza, por el alumbramiento y la muerte, una de las citas ineludibles del cine español este 2016. ‘Todo es de color’ no es únicamente un tributo a Triana, una de las más personales e irrepetibles bandas que supieron ver en el rock el espejo del flamenco, del cante jondo y del hondo sentir de toda una cultura, de toda una generación malograda pero sin ataduras.
‘Todo es de color’ es un maduro trabajo cinematográfico que no duda en cabalgar cualquier género o formato, en pasar de la ficción al documental, del surrealismo al neorrealismo más combativo.Cabalga libre, como libre es el arte de García Pelayo, siempre a la cola del viento, siendo cola del viento. Su estructura, en múltiples personas narrativas y narradoras, podría incluso recordar a una película como el ‘The Wall’ de Alan Parker/Roger Waters. Hay muchos puntos de contacto entre ambas obras inspiradas en un grupo musical y en su propio opus musical: la muerte, omnipresente; el peso del pasado, la apertura hacia lenguajes nuevos y/o diferentes, su condición de ópera y summa… Pero ‘Todo es de color’ es muy nuestra y eso es un plus para todo aquel que quiera dejarse llevar por esta inteligente y nacida del corazón experiencia que hace del quejío una figura retórica y un deus ex machina de profunda y arrebatadora belleza. Es asimismo un trabajo de madurez casi testamentaria para Gonzalo García Pelayo (o tal vez sea, más justamente, un como decíamos ayer a los Fray Luis de León), ese autor que cerraba su ópera prima, la maravillosa ‘Manuela’ (nuestra Jackie Brown décadas antes de la de Quentin Tarantino) con un rojo letrero que rezaba precisamente ‘Todo es de color’, canción leit motiv de ese film. Y si en ‘Manuela’ todo comenzaba en un cementerio, en ‘Todo es de color’ también, combinando lo necrófilo con la celebración (el baile, la música) de la vida. Este su último largometraje que, por fin, llega a las pantallas de toda España, es precisamente una celebración donde la parca se asoma entre sus fotogramas, entre la misma historia de los miembros de Triana. Pero da lo mismo: la luz siempre va a estar para iluminar las tinieblas y al final del camino nos vamos a encontrar el mar, el eterno mar de luminoso azul, tan azul como ese cielo cinematográfico que sobrevuela ese espíritu libre llamado Gonzalo García Pelayo. Se cierra el círculo y todo, todo, ‘Todo es de color’.
Jordi Costa, El País:
El territorio de la utopía contracultural que encarnó Triana, es revivida y transubstanciada en viva materia cinematográfica por dos tipos que conocieron bien al grupo.
Como sugiere un personaje de esta película libre, desaforada y radical, el barrio de Triana encarna algo así como el Otro Lado de Sevilla: el espacio de lo verdadero, lo espiritual y lo elevado. Y, se podría añadir, también el espacio de lo posible (y lo imposible): el territorio de la utopía contracultural que encarnó la formación roquera homónima que aquí -en esta película que no es documental nostálgico, ni biopic, ni tampoco remembranza de una ausencia, sino festivo ritual de transmisión de una sensibilidad y una manera de estar en el mundo de una generación a otra- es revivida y transubstanciada en viva materia cinematográfica por dos tipos que la conocieron bien (y contribuyeron a forjarla); los hermanos Javier y Gonzalo García Pelayo.
El primero, que en la película explora a fondo su vena corsaria y su inmenso carisma como actor natural, fue su mánager. Gonzalo, que ha pasado de ser el secreto mejor guardado del cine español de la Transición a ejercer de infatigable forajido de la imagen en tiempos de Otro Cine Español, fue su productor.
Aunque empiece con un planto funerario, Todo es de color adopta la forma de una celebración colectiva. El espectacular plano secuencia, rodado con un dron, que parte, a ras de suelo, de la entrada del cementerio para alzar el vuelo y seguir a un grupo de motoristas convencidos de que la libertad no es su destino, sino su camino, bien podría ser uno de los arranques más enérgicos y absorbentes que ha dado el cine español de este año. La posterior interpretación coral de Tu frialdad marca la cumbre expresiva de una película que no deja de tomar decisiones entre lo discutible y lo pintoresco -algunas notas de humor-, pero que resulta irrebatible en su condición de trabajo de amor ganado.
Por Agapito Maestre, Libertad digital:
Una obra de arte es Triana. Una obra de arte religioso. Una obra religiosa. Requiere dogma para vivirla. Verla. Transubstanciación es la palabra clave de esta película. Todo lo que toca Gonzalo García-Pelayo lo transforma en algo grande. Su cine es más parecido al dogma teológico de la Eucaristía, uno de los tres grandes dogmas que definen la religión católica, que al canon del mejor cine comercial de nuestra época; pues lo mismo que quien cree en el primero, difícilmente cambiará de religión, el que siga el cine de Gonzalo le resultará imposible no considerar banal, superficial e impostado casi todo el cine que se hace aquí y ahora.
No quiero comparar esta película, que no pretende ser otra cosa que un recuerdo, una vuelta con el corazón, al cantante de Triana, Jesús de la Rosa, fallecido en plena madurez artística, con el rito católico de la Eucaristía, porque no deseo caer en blasfemia, o peor, oficiar de iconoclasta contra la Iglesia Católica. Eso es oficio de rufianes a la orden del día y, además, no cuesta nada… Solo digo que el cine de Gonzalo hay que verlo como quien participa en una Eucaristía. Ver una de Gonzalo es como ir a misa: o se participa o se queda uno en su casa. No valen las medias tintas. Esto es cine de verdad. Auténtico. Aquí no hay nada impostado. Todo es real, incluso la ficción de los Gigantes transformados en Molinos de Vientos con el Arco Iris de fondo en Campo de Criptana. Creo que esas escenas son el mejor homenaje que se haya hecho a Cervantes en el cuarto centenario de su muerte.
El cine de Gonzalo es cervantino. Es imposible, sí, separar el adentro del afuera. Las imágenes nos atrapan sin saber si eso es real o cine. El trabajo de composición es tan perfecto que jamás imaginamos que vendrá después, nadie puede prever si llegarán los malos o resucitará el protagonista, todo puede suceder… Nada es previsible para el espectador. Solo una cosa es fija: la transubstanciación de una música y unas letras en el relato fílmico de una mujer a la búsqueda de su ser, o de su identidad, a través de una comunidad de mujeres y hombres, de todas las edades y radicalmente diferentes unos de otros, que homenajea a un muerto-viviente, a un hombre que ha muerto pero nos ha legado su obra. He ahí el misterio, el dogma, que nos da Gonzalo en esta película. O uno se cree ese dogma o no entiende nada. O se participa de la autenticidad de lo que cuenta el director o asiste como un idiota a un diálogo de sabios.
Esta película está más cerca de la transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, en la Eucaristía, que de la gran obra artística que solo se deja ver una vez. El cine de Gonzalo necesita ser visitado con frecuencia para transformarnos. Es menester, sí, releerlo, o sea, leer de nuevo. Solo la relectura, de ahí viene también religión y no solo de religare, nos hace nacer de nuevo. Cuando uno ve una de Gonzalo, es imposible separar la ficción de la realidad, la vigilia del sueño, a don Quijote de Sancho… Triana no es una película. Es Arte.
Por Marcos Ordóñez:
Por fin he visto “Todo es de color”, de Gonzalo Garcia Pelayo. Notas tomadas a toda velocidad: qué imprevisible, o hablando en plata, qué libre. Uno no sabe cómo van a ser los próximos diez minutos, por qué praderas o que laberintos va a enfilar ese caballo desbocado. Como casi siempre en su cine, las secuencias magistrales (ese maravilloso travelling “elevado”, en todos los sentidos, que abre la ceremonia) alternan con pasajes que rozan lo chirriante (las escenas humorísticas en el camping, aunque el salero de Alfonso Sánchez y el guirigay de Jorge Cadaval te acaban ganando), los discursos altisonantes con lo desnudamente auténtico. Atrapa con gran fuerza la esencia trianera, los hermosos valores hippies, la melancolía por un pasado irrepetible y la alegría de una manera de vivir que sigue latiendo a toda máquina, del mismo modo que “Quiero tener una ferretería en Andalucía”, de Carles Prats Puyalto, atrapó el perfume y el anhelo de Joe Strummer. Qué sevillana, qué hermana de la Escuela de Barcelona y qué californiana es “Todo es de color” : a ratos tiene el aire convulso de “The Trip” de Corman. Y qué invicto corsario, como dijo Jordi Costa, es el granJavier Garcia-Pelayo narrando sus épicas vidas anteriores, saliendo de un mal viaje gracias al encuentro con una anciana que habla con la verdad sencilla y pura de una reina griega, e instruyendo luego a la muchacha que busca su camino (y a todos nosotros) acerca de la fuerza del amor. No es un documental, no es una road movie, no es un ritual para devolverle la vida a los muertos, y es todo al mismo tiempo. Nunca fui fan de Triana, pero creo que entiendo mucho mejor su música y su espíritu después de ver este manifiesto rarísimo, desigual, poderoso y setentino como pocos.
Fernando Tanxencias, Popular 1:
Gonzalo García-Pelayo como director y el descubridor y mánager de la banda, Javier García-Pelayo, como protagonista, son los responsables de esta película-homenaje a una de las bandas más importantes y referenciales del rock español: Triana. Una ofrenda a los caídos –Jesús De La Rosa y Tele- marca el inicio de esta road-movie auto-referencial e iniciática al encuentro del único miembro original vivo, Eduardo Rodríguez Rodway, que culminará con una misa en formato concierto en Caños de Meca, justo enfrente del Cabo de Trafalgar.
Seguramente nos encontremos ante el mayor acto de amor a la música de una banda jamás realizado en este país. Y tenía que ser a Triana. Nadie lo merece más que ellos. Fueron pioneros de aquello que hace 40 años se dio en llamar Rock Andaluz, una fusión de rock progresivo, hard rock y flamenco como nadie había imaginado. Ellos prendieron la mecha, y como todos los grandes pioneros, fueron los mejores, no solo del naciente estilo, sino de la historia de la música en España… sí, así en general.
El film que los hermanos García-Pelayo acaban de estrenar es un retrato ávido y lúcido del rock como forma de vida. El espíritu de la película es el del hipismo, el sentimiento de comunidad hermanada por la música. A ese variopinto y nutrido grupo de moteros que parte del cementerio de Villaviciosa de Odón después de ofrendar a los fallecidos Jesús De La Rosa y Tele, se les une una joven pijita desorientada en busca de su propio destino, el cual halla en la música y el amor de unas gentes de otra época que siguen sintiéndose libres, gustosas de alterar su consciencia. Dicho así hasta puede sonar idílico, pero en absoluto lo es. Hablamos más bien de revelación y transformación.
El gran acierto del film se encuentra en compatibilizar las canciones de Triana con un peregrinaje, con una historia de conocimiento personal y de revelación absoluta. Secuencias como la jam session en el lago, con Raimundo Amador llevándoselo todo por delante, los momentos psico-oníricos y el concierto final (a cargo de una banda formada para la ocasión en la que figuran grandes nombres cercanos al ámbito de Triana y el rock andaluz) son epifanías diferentes para la mayoría de los participantes en este viaje más emocional que físico. Todos nos hemos sentido alguna vez como Mar, esa chica que de haberse topado con los Wyatt y Billy de “Easy Rider”, también se hubiera escapado con ellos. Es precisamente el film de Dennis Hopper una de las grandes influencias para “Todo Es De Color”, solo que cambiando la música, la época y la nacionalidad, pero la finalidad es semejante. Por suerte, aquí no es asesinado ningún sueño, sino todo lo contrario.
La música de Triana, aparte de proceder de lo más hondo del corazón y llegar a ese mismo sitio de quien la escucha, resultaba tan épica como esperanzadora, tan romántica como alegre, y eso queda reflejado en el film. Los seis álbumes que la banda original grabó entre 1975 y 1983 no tienen desperdicio y deberían ser reivindicados más a menudo. Pero en este país, eso de la memoria histórica parece que solo sirve para cambiar de nombre a las calles.
Dejémonos guiar por la persona que mejor conoce a Triana, Don Javier García-Pelayo, ese rockero old school (impagable la secuencia del atraco a la farmacia) y verdadero alma-mater de la película, a través de su viaje físico-mental, y nos sentiremos un poco más libres y reconfortados. Esa travesía interior también puede ser la nuestra si nos sumergimos en esta propuesta cinematográfica sin parangón.
Por Orlando D. Drago:
Hay cineastas que son un género en si mismo. Gonzalo Garcia Pelayo es uno de ellos. Todo es de color es una experiencia que no puedes dejar pasar.
Ir a ver una película de Gonzalo Garcia Pelayo me recuerda a cuando era pequeño y abría una lata de galletas de la que dudaba si era lo que parecía o si acababa siendo un costurero. Aunque con él es mucho mejor. Ya que en sus películas, como en una feliz caja de Schrödinger, suelen haber galletas, botones, agujas e hilos al mismo tiempo y en el mismo espacio… y todo es de color.
El cine de GGP no es como la mayoría del cine español: mimético y predecible. En su cine hay magia. Tiene un lenguaje y un mensaje propio, único e irrepetible. Más que acercar su obra al cine convencional tendríamos que entenderla como piezas de un artista contemporáneo que ha elegido este medio como vehículo de expresión. Es muy significativo ver como a pesar de tener una decena de largometrajes creados, sólo sean suyos un guión y medio, pero todas sus películas son indudablemente suyas.
Tuve la suerte de ver su última obra el pasado día 19 de mayo. Y sucedieron dos curiosas sincronías.
Por un lado coincidía que era justo el primer aniversario de la muerte de Manuel Molina, autor de la letra de Todo es de color. Esto, no lo sé, pudo estar previsto. Pero por otro lado, y esto era totalmente imprevisible, ese mismo día moría Alexander Astruc, cineasta francés que en 1948 propuso la teoría de la caméra-stylo (cámara estilográfica, o cámara bolígrafo que diríamos ahora). Sólo un año antes había nacido GPP, y creo que no ha habido hasta ahora otro autor que ha creado de forma más precisa su obra en torno a este concepto. Porque GGP maneja la cámara como un escritor maneja su pluma, un dibujante su lápiz o un pintor su pincel, Con una libertad total y absoluta. Dejándose invadir por el azar. Si algo puede incorporarlo al guion lo introduce. Así, sin más. Su límite lo impone la realidad, él sólo es un observador atento, es el niño del traje del Emperador que nos señala con el dedo. Esa misma varianza de la que trataba de huir en el juego es ahora como cineasta su más querida aliada en su obra. Y eso hace que tanto la creación de su obra, como su visión por parte del espectador, sea un espectáculo imprevisto en si mismo. El cine de GGP no es para verlo de forma pasiva. Es un potencial happening que completamos los espectadores con nuestra mirada y nuestro asombro ante sus sorpresas.
GGP usa el cine reinventando las normas y las formas, o se las apropia reciclándolas en algo nuevo. No es esclavo de amaneramientos estilísticos ni de géneros, pero no deja de usarlos. Ya que aunque hay cineastas que son el referente de un estilo, Gonzalo García Pelayo se ha inventado el suyo propio. Él es su propio género. Si no has visto una de sus películas o no lo has hecho en un cine ahora es el mejor momento para hacerlo. Todo es de color reúne lo mejor de su obra. Y creo que es el sleeper del año. Y no digo nada más. ¿Que no he contado nada de la película? No, y no lo hago para que vayas a verla como un espectador activo en la comunión de una sala de cine. Esta película merece esa liturgia.
Por Carlos Escolano:
Hasta el 20 de mayo, cuando se estrenó TODO ES DE COLOR en Madrid, nunca había visto ninguna película de Gonzalo Gª Pelayo. Sin embargo, sospechaba que me estaba perdiendo algo realmente apasionante vista la repercusión que suscita en la crítica más entusiasta y estimulante.
Esta reivindicación de Gonzalo Gª Pelayo la veía como los generosos esfuerzos de reivindicar a cineastas como Jesús Franco o Val del Omar. Curioso fenómeno éste el de dar valor a lo ya de por sí valioso. No deja de ser sintomático de una crítica bastante acelerada e inmediata, poco dada a rascar más allá de lo superficial y lo (re)conocido.
Al estreno en los cines Golem acude toda la troupe de personajes con Javier Gª Pelayo (mánager de Triana) al frente, a presentar la película, a cada cual más especial, la cosa pinta muy bien. Dos horas después, mi vida y mi manera de entender el cine -y viceversa- han cambiado, he sufrido un arrebato. Hay películas que tienen la capacidad de provocar un seísmo interior, una plenitud desaforada, TODO ES DE COLOR es una de ellas.
Los días siguientes no paro de rumiar sobre la película, más que sobre sus imágenes y las historias, sobre la vida con todas sus contradicciones que se cuela en cada plano, el vitalismo de su director. La vida y el arte como dos elementos insobornablemente unidos, me traen a la memoria unos fragmentos de “Las películas de mi vida” de Truffaut, un libro que parece que lo hubiera escrito a propósito de TODO ES DE COLOR:
–El cine necesita poesía, sensibilidad, inteligencia y todo lo que se quiera, pero más imperiosamente aún necesita vitalidad.
-No creo que X (Gonzalo Gª Pelayo) haya sido consciente de evitar las trampas que le tendían los diferentes conformismos, creo que su instinto, que es muy fuerte, le indicó naturalmente el camino a seguir, un camino en zigzag, el único que se parece a la vida.
-Si al ver este film se experimenta un placer intenso es porque nos lleva de sorpresa en sorpresa, nunca podemos anticipar la escena que viene, y cuando llega la aprobamos y reconocemos como verdadera, al mismo tiempo que nos maravillamos por la locura que encierra.
-Es un western que impacta por su extravagancia. Es un western soñado, fantasioso, irreal hasta lo imposible, delirante.
-¿El estilo de X (Gonzalo Gª Pelayo)? Para describirlo, una palabra: inexorable. Cada plano, cada movimiento de cámara, cada encuadre, cada desplazamiento de un actor, cada gesto tiene algo decisivo e inimitable.
No conocía al grupo Triana más allá de unos casettes que tenían mis padres en el coche. No recuerdo sus canciones pero sí la portada de unos cirios con el nombre del grupo que me daba algo de yuyu de pequeño, parecía algo tétrico.
Con Triana me ha pasado como con Eskorbuto y Camarón, los he descubierto (y he enloquecido) a través del cine. A raíz de las películas de Isaki Lacuesta (La leyenda del tiempo), Kikol Grau (Las más macabras de las vidas) y Gonzalo Gª Pelayo (Todo es de color); no he dejado de escuchar y volver a escuchar toda esa música que me había perdido y que estaba esperándome. Del mismo modo que descubrí a Iván Zulueta no viendo Arrebato sino Iván Z de Andrés Duque. Son inescrutables los caminos del conocimiento.
La inocencia, la ingenuidad, lo amateur, el primitivismo, la belleza primigenia, la amalgama entre lo sublime y lo irracional, el retrato de lo popular y la contracultura, son elementos que me hacen ligar TODO ES DE COLOR con la manera de entender el cine de José Celestino Campusano. El cine como experiencia, detonante de una comunidad, una forma de vida donde la película es un punto de partida, una excusa. El cine como big-bang, que huyendo de toda tentativa de ensimismamiento, expande el universo.
No quiero parecer pedante pero la capacidad de sorpresa de TODO ES DE COLOR enciende el alma. Y no estoy hablando de un cine pirotécnico, muy dado al exhibicionismo y al golpe de efecto; me refiero más bien a las pequeñas epifanías de lo cotidiano que salpican la película. Como el grafiti dedicado a Jesús de la Rosa “El grande” realizado con una simplicidad y rudeza que muestran a corazón abierto el cariño y amor verdadero. O la escena del brindis de los moteros en el bar en la que se alternan con total naturalidad escenas de archivo del grupo Triana brindando. Pasado y presente unidos sin ambages. El cine entendido como contenedor y condensador de tiempos.
Esta película no admite cínicos. Habrá quien la vea como una sucesión de secuencias ridículas o pueriles o incluso artificiosas. El gran valor de esta película es precisamente su exposición sin reservas de la palabra y la utopía. Los personajes que pueblan la película transmiten verdad, son creyentes de la vida, de la contracultura y la revolución interior de los cuerpos liberados. En un presente de cinismo galopante y pragmatismo a golpe de telediario, poco espacio queda ya para la inocencia y el sueño, para los adoradores de lo maravilloso y de la vida que aguarda bajo el encuadre.
Si todavía experimentamos un escalofrío o un pálpito cuando contemplamos la escena de “Tu frialdad” cantada en la Alameda de Hércules, es que aún no hemos sido inmunizados del todo. A los profetas de la “muerte del cine” les invitaría a que se vieran y revieran esta escena para desembarazarse de nostalgia y melancolía, y si acaso tener nostalgia del futuro, como afirma Javier Gª Pelayo en la película.
Por cierto, qué descubrimiento el de Javier Gª Pelayo. Su físico me recuerda al de Harry Dean Stanton y al de Will More (actualmente). El recurso que utiliza su hermano de poner en off sus pensamientos llegando a entrecruzarse con los de otros personajes generando una cacofonía me parece magistral, y revela lo poco se ha explorado la voz y sus recursos en el cine. Esos pensamientos y esa voz en off me recuerdan a la locución de “Aguaspejo granadino” de Val del Omar: ¡Dios! qué ciegas, pero qué ciegas son las criaturas que se apoyan en el suelo…
La secuencia del atraco en la farmacia y la del sueño en el lago confirma lo que decía Truffaut arriba respecto a la sorpresa y la locura que encierra esta película, y por ende, este personaje. Hablando de locura y sorpresa, atentos a Falconetti, todo un electrón libre que parece sacado del universo lyncheano.
Se podría hacer una lectura de TODO ES DE COLOR como un viaje místico hacia la verdad y el (auto)conocimiento. Es reseñable el predominio pregnante de elementos como el fuego (la escena de playa con hoguera y cuerpos ardientes), el viento (el delirio en Campo de Criptana), la tierra (siempre leve) y el agua. Me voy a detener en este último para destacar su importancia. De hecho la película es un viaje de la tierra (cementerio de Villaviciosa de Odón) hacia el agua (playa de Caños de Meca). Y la protagonista experimenta el arrobamiento místico en entornos acuosos (río Guadalquivir, el lago), y finalmente, una vez en plenitud después de “una noche de amor desesperada” en el camping, tiende su ropa escurriéndola con ahínco dejando deslizar el agua por su cuerpo desnudo, despojado, liberado.
El cine debería mirarse en TODO ES DE COLOR, construir sobre el riesgo, la libertad y la pasión. Dejarse llevar, beberse la vida. Huir del centro y de las películas redondas que parecen rotondas. Del mismo modo que “Triana” unió el rock progresivo, el flamenco y la psicodelia en un maravilloso e imposible cóctel que bebía de la contracultura y la revolución de los cuerpos y las mentes. TODO ES DE COLOR, retoma ese espíritu, no para hacer un homenaje hueco o engolado, ni tampoco caer en la nostalgia, sino con una actitud de rabioso vitalismo y alegría, celebrando el aquí y ahora disolviendo toda tentativa de separar arte y vida.
Por Antonio Orihuela:
Uno de mis deseos de este 2016 se ha cumplido. Desde que vi el tráiler de la película TODO ES DE COLOR soñaba con poder verla, lo que no podía ni imaginar es que sería el propio Gonzalo García-Pelayo el que me iba a abrir las puertas de su cine particular para que mi sueño se hiciera realidad.
Conozco la obra de Gonzalo desde hace muchos años pero la persona se me había demorado hasta este fin de semana que hemos compartido mesa en la Feria del Libro de Mérida y, por una vez, persona y obra me han parecido que coincidían en grandeza intelectual, humildad personal y fecunda creatividad, algo que viene demostrando desde hace muchos años, y que repite en este film, TODO ES DE COLOR, donde se rinde un homenaje a una manera de ser y estar en el mundo que Gonzalo encarna en el mítico grupo de rock andaluz Triana, cuya presencia y cuyas canciones van dando forma, dialogando con la filmación, estructurando una narración que, a pesar de ello, se escapa y expande por los múltiples recovecos de la película, como expresión lograda de lo que ha sido siempre su cine: libertad, cercanía, frescura, pasión e irracionalidad al servicio de belleza.
Gonzalo, que vivió y dio vida a la cultura y la música del sur, podría haber hecho un documental al uso, medios y conocimiento tiene para ello y, sin embargo, nos sorprende a todos con esta propuesta vitalista que nos zarandea y nos invita a los simples mirones a emprender nuestro particular viaje del héroe, un viaje que llene nuestras vacías vidas de sentido y experiencia, de gozo y de pasión, del amor y la belleza que está a raudales en TODO ES DE COLOR.
Para ser una película llena de vida, la cinta arranca, paradójicamente, en el cementerio, rindiendo homenaje a los dos componentes ya desaparecidos de Triana, mi primo Tele, Juan José Palacios Orihuela, y Jesús de la Rosa; y pasará por los cuatro elementos hasta llegar al mar, desde las escenas telúricas de los campos de molinos de viento en La Mancha, al fuego y el agua del atlántico, punto final de este road movie, esta película iniciática donde todos los personajes se mueven al ritmo de las canciones de Triana, con moto, con música, con corazón, con sexo, con enteógenos, pues la película es un viaje dimensional que consigue, gracias a la magia del cine, plegar todos los tiempos y atravesarlos para que el espectador los contemple todos juntos, superpuestos, porque la vida no cesa, continúa y se renueva por encima de los lugares hecha pasión, música, baile y fuego.
TODO ES DE COLOR impacta, sobre todo, porque en un mundo donde nos hemos acostumbrado a tratar a los demás como objetos, los personajes que retrata son todos de una calidez que estremece. No es solo esa frase pronunciada en el cementerio, ante la tumba del vocalista de Triana, “Jesús, te queremos”, es que toda la cinta es una demostración de cariño sin igual entre todas las personas que salen en ella, y que tienen algo de banda, de colectivo difuso, de iguales imantados por una forma muy especial de entender la vida, pues son, como dice Natalia Rodríguez en ella, gente que va huyendo del frío, personas que buscan una verdad y la realidad de su experiencia los coloca una y otra vez ante la Belleza como sentido completo de nuestro estar en el mundo. No otro era el mensaje de Triana, ni el de esta película colectiva, donde tampoco importa mucho no saber quién es Triana y pasar de largo sobre el fenómeno Triana y quedarse al margen, en esa interpretación absoluta del extrañado, del ajeno, que hace Jorge Cadaval, en esa profunda enseñanza que nos brinda la película al querernos decir que no hay búsquedas mejores que otras, más transcendentes, que lo importante es la voluntad de existir, de gozar de la vida, del sexo, de la unión y los fluidos, porque el amor es el motor del universo y la música de las esferas no termina ni empieza en Triana, aunque haya mucho de ella en ese canto colectivo que todavía resuena en la Alameda de Hércules.
No creo que se haya hecho jamás una película coral y colectiva como ésta marcada por el amor, las muestras de afecto, la música armonizada de los que aún saben dónde está el lago (Gualberto, Raimundo, tantos otros) y, sobre todo, marcada por la luz que irradian todos y cada uno de las personas que salen en ella a hacer de sí mismos, acaso el papel más difícil que hay en el cine, esa luz de la que hablaba Jesús de la Rosa, la luz que todos llevamos dentro y que en TODO ES DE COLOR desborda los cuerpos, más allá del tiempo, en ese instante fijo de la gloria del ser, del vivir en el ahora, sin nostalgia del pasado, porque como dice Javier, el pasado ya no lo comimos, lo mejor siempre viene al final, hay que tener nostalgia del futuro.
TODO ES DE COLOR habíamos dicho al principio que es un homenaje a una manera de ser y de estar en el mundo, y cualquiera que se haya movido por los lugares del alma que Gonzalo retrata sabe que es así, algo habrá en el faro de Trafalgar que alumbre los corazones con esa calidez, con ese latido, con ese ritmo de la sangre que con tanta claridad supieron fijar los Triana en sus canciones.
Nos hacemos un cine:
…cuando llega el momento justo, el exceso se contiene, se convierte en poesía, o en arte visual, o en emoción, y entonces se transforma en una gran historia, como ocurre en “Todo es de color”./
Pero la película, siendo Triana, sobrepasa al recuerdo del grupo para transformarse en un retrato generacional pero como bien sabe hacer Gonzalo/
…el retrato generacional no queda limitado a aquellos que han sobrevivido al exceso de vida, sino que al recuerdo se les unen nuevas generaciones, los hijos y los nietos de quienes componían Triana/
El gran acierto se encuentra en compatibilizar las canciones de Triana con un peregrinaje, con una historia de conocimiento personal y de revelación absoluta. Como si estuviéramos en una romería laica, destino Caños de Meca, el santuario del sur, el lugar del que los vientos del sur me traen a mi tu voz, llena de recuerdos y de calor/
…“todo es de color” ya fue un rótulo en una de sus primeras películas, ahora se convierte en una película entera, la luminosa mañana procede de una noche llena de luz y de calor, una pinza en una boca de mujer, 40 años después pasa a ser una referencia sobre el paso del tiempo/
…bailar con la cámara (la escena del concierto en el lago, uniendo música y hasta revelación religiosa en la joven que se ha unido al grupo, semeja una especie de ritmo al son de la música, como si las imágenes se dejaran llevar por el ritmo de Triana)/
…pero quizás, entonces, su cine sería menos libertario, estaría más encorsetado/
Los personajes de sus películas trastabillean, tartamudean, se equivocan al hablar, como cualquier persona diariamente/
“Todo es de color” transmite alegría, emoción, sentimiento, solidaridad y camaradería. No imagino la película sin Javier García Pelayo al frente de ese grupo motero, canalla y entregado/
…no hay más que una vida donde las noches son de color y dan paso a una luminosa mañana en la que se ha perdido el miedo a vivir. No todo el mundo tendrá la suerte de vivirlo, pero Gonzalo García Pelayo nos lo ofrece maravillosamente en su última película./
Por Fernando Salaverri:
RECOMENDACIÓN IMPERIOSA
Comienzo así de fuerte, porque me teneis que hacer un gran favor.
No os podeis perder la road movie tributo al grupo TRIANA, que dirigida por Gonzalo Garcia Pelayo se esta estrenando por toda España:
TODO ES DE COLOR
A partir de hoy ya esta en los cines GOLEM de la Calle de Martín de los Heros, 14 de Madrid.
La he visto entera y verdadera esta mañana en un pase para los medios de comunicación. Conocía varios fragmentos, ya que le hicimos en REE y RADIO 5, dos entrevistas a Gonzalo, mi querida y admirada Pilar Socorro y yo,hablando del film.
He disfrutado como un camello con agua. Es una pélícula musical inteligente. Mira que es dificil no caer en la sensibleria cuando se rueda un biodrama. Tiene golpes de humor estupendos, momentos emocionantes, nostalgia de calidad, un argumento bien pensado, actores que viven la película de verdad, que se creen lo que estan haciendo y que saben perfectamente lo que representa la música de TRIANA. Javier Garcia Pelayo esta de primera haciendo de si mismo. Natalia Rodriguez, un bellezón. Alfonso sanchez es un gran actor cómico y la presencia de Jorge Cadaval, con su marido, impagable…y encima la música siempre aparece cuando tiene que aparecer, que es Gracias a Dios muchas veces.
Si te gusta la música,la que sea y si alguna vez fuiste un poco hippie, no te la pierdas. Si eres muy joven para la música de TRIANA, no te lo creas, la descubriras y te emocionará. Si eres fan de TRIANA o alguna vez su música se te cruzó en esta vida, no tienes perdón de Dios, si no vas a verla ya mismo.
Gonzalo, gracias por TODO ES DE COLOR y enhorabuena.
Otros cines, por Gonzalo De Pedro Amatria:
Intenso y doliente/
Singular homenaje al mítico grupo de rock andaluz Triana, lo nuevo de García-Pelayo propone, desde el exceso y la pasión, una mezcla tan imposible que termina por funcionar./
…la conciencia de que la vida es siempre alegre y dramática al mismo tiempo, intensa pero doliente. La vida es música, parece decir Pelayo, un correr inevitable hacia el mar, una carrera de pérdidas que nos abocan a una alegría de doble cara./
…renunciando a todos los tics del género (entrevistas, material de archivo, nostalgia, memorabilia y necrofilia emocional) Todo es de color apuesta por ser una encarnación del espíritu salvaje, vividor, profundamente enraizados con su tierra, al mismo tiempo trágico y jocoso, intenso y liviano./
…con personajes reales que recitan sus papeles de forma claramente forzada, junto a actores profesionales, espontáneos deslumbrantes, y varias tramas narrativas que van diluyéndose de forma progresiva en una amalgama donde la música de Triana revivida en manos, voces, cuerpos de quienes los consideran parte de su vida se convierte en la autentica protagonista./
…se eleva cuando se deja llevar por el viaje y la intensidad musical, por la pasión, la memoria, y el viento del Estrecho de Gibraltar, poniendo en escena ese arte de vivir abrazando todos los colores de la vida: los excesos, los defectos, las alegrías, las penas, la muerte, el olvido, y el recuerdo./
Por Javier Ikaz:
La película es, como todas las de Gonzalo, de una libertad que da vértigo, contiene unos momentos mágicos de esos que ponen la piel de gallina, como la de los moteros haciendo los coros de Tu frialdad. Con algo más de presupuesto (está la tele andaluza de por medio), la película no doblega las intenciones de su director, y vuelve a ser un ejercicio anárquico y formalizado. Es una película de múltiples lecturas; ficción, documental y performance. Añade comedia a la antigua usanza (Pepe y su camping), lirismo easyrideriano (Javier descubriendo su pasado y su presente sobre dos ruedas), documental sentido (concierto homenaje a Triana, con músicos de lujo), pero ante todo es una película típica de Gonzalo; reflexiva, comunera, heterodoxa, ecléctica, libre. Las cosas transcurren como si no hubiese guión, y todo está atado, aunque no demasiado fuerte, para que los personajes (personas) puedan moverse a placer. Gente que se conoce, se enamora, fuma, bebe, escucha música a la luz de una fogata. Todo muy simple, honesto, inocente diría. Una película soberbia, precisamente por su resistencia a serlo, por su autenticidad y su carácter de boceto. Una película que no tendrá el éxito que se merece, porque el peaje de ser tan diferente se paga caro. Yo por mi parte ya he votado en Filmaffinity.
Por Fernando Lucini:
…a mi, personalmente, su cine –libre y alternativo– siempre consigue “atraparme”. El cine que crea Gonzalo es, para mi, un cine “seductor” por lo que tiene de sensitivo –casi de irracional–. Un cine “latiente” y “cálido” que suena, visualiza y destila humanidad y “pasionalidad” en cada secuencia…y es que el cine de Gonzalo García Pelayo una vez visto, hay que repetirlo para disfrutarlo…: los latidos de este hombre son tan intensos y cotidianos, tan espontáneos, tan libres, tan “de verdad” –¡y tantos!– que requieren “parar el tiempo” para sentirlos y gozarlos.
Por Amado Storni:
…convierte los fotogramas en sensaciones que cautivan… se juega con la dualidad de la alegría y el dolor, de lo amateur y lo profesional, del eclecticismo y la norma, de la frescura, de lo instantáneo, de lo no ensayado. Del verdadero arte de vivir.
…¿Y los actores? Son el ingrediente que lo marida todo: Javier Garcia-Pelayo, honesto y filosófico-canalla…Hay momentos imperecederos… bailes sensuales a la luz de la hoguera o historias encumbradas por el surrealismo onírico más “buñuelesco”. Pero ninguno llega al clímax fascinante de la interpretación inmortal de los coros de “Tu frialdad” por parte del colectivo de “moteros trianeros”…
Por Antonio Álvarez Bernal:
“Hola Gonzalo. Acabo de salir del cine después de ver “Todo es color”. Gracias, muchas gracias. Por inundarme de sentimientos, por la invasión de emociones. Gracias por hacerme llorar de felicidad con lo visto y escuchado, por todo lo vivido. Salud, amigo.”
Por Salvador Vélez Cortés:
Cine en estado puro, toda la esencia de una época crucial de la cultura contemporánea de nuestro país en una película sin concesiones, desnuda, viva, entrañable, irónica, divertida, profunda y que transmite “nostalgia de futuro”. Te invita a revisar y compartir unos valores a los que hay que añadir lo mejor de las nuevas cosechas.
Por Washy Fernández:
Encantado con la película “Todo es de Color”, el homenaje a TRIANA de Gonzalo Garcia Pelayo, una película que no solo hace un repaso magistral a la carrera musical del grupo sevillano, si no que además refleja perfectamente el espíritu que más allá de las canciones transmitían Jesús, Tele y Eduardo, y que se ha mantenido hasta nuestros días, la libertad, el amor, los paisajes, los sueños… La vida… Un recorrido desde el cementerio donde están Jesús y Tele, pasando por Sevilla, donde se mezclan imágenes de la época con los lugares que frecuentaba el grupo, hasta llegar a los Caños de Meca, la punta de los continentes, lugar mágico, acompañado de una gran fotografía, donde el sonido del mar y el Rock Andaluz se funden bajo la mirada del Faro de Trafalgar, testigo de batallas navales y mentales, como dice Javier Garcia-Pelayo, protagonista e hilo conductor de la película al final de la misma… Grandes escenas musicales como la reunión junto a un lago de grandes músicos como Gualberto, Raimundo Amador, Manuel Iman o Miguel Galán, improvisando sobre el Sr. Troncoso y En el Lago, o la reunión en la playa de los Caños con Diego Pozo y Vanessa García-Pelayo, con baile a la luz de la hoguera de la hija del director de la película. En otras geniales escenas me he acordado de otras películas de Gonzalo, como Vivir en Sevilla o Frente al Mar, con los monólogos filosóficos de Javier o Corridas de Alegría, con la aparición en una reunión en casa de Eduardo Rodríguez, único superviviente del grupo, de dos personajes míticos de Los Caños. Otra de las cosas que me ha encantado de la película es la interpretación del significado de varias canciones a través de los sueños, En el Lago, con su viaje lisérgico, e Hijos del Agobio y Sentimiento de Amor, con una historia surrealista y profunda con el castillo de Castellar como testigo. Gran papel también de Jorge Cadaval como americano trianero y Alfonso Sánchez, como dueño del camping donde se desarrolla la parte final de la película, con un concierto de Miguel Zaguán, Aljibe y Randy López, que interpretan de forma entrelazada Hasta Volver… En definitiva, una película que me ha confirmado que Triana y el Rock Andaluz es algo más que un estilo musical, es un estilo y una filosofía de vida. Gracias Gonzalo y Javier por mantener este legado. Y mientras escribo esto, veo la primera película de Gonzalo, Manuela, con una imagen de La Giralda que se repite en Todo es de Color y con la música de Triana y Lole y Manuel, cuando empezaban allá por 1975. Hoy, más de cuarenta años después, esa música callejera que empezaba a sonar es una leyenda viva…

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