MEJOR UN AVESTRUZ

MEJOR UN AVESTRUZ

 

No hay mayor eficacia para nosotros que cuando los políticos temen perder su chollo. Porque los políticos ya no tienen vocación de servicio  -si alguna vez la tuvieron-; los políticos persiguen mantener el chollo de sus sueldazos, las suculentas e injustificadas dietas, el tráfico de influencias, los viajazos que se pegan, el protagonismo que alcanzan, el figureo que anhelan, las comilonas de los grandes restaurantes, las relaciones sociales con quienes jamás las hubieran tenido sin el poder… Y en cuanto todo eso peligra con desaparecer, a nosotros nos va divinamente.

 

Ahí tenemos al Partido Popular, que después de haber perdido millones de glóbulos rojos por la hemorragia abundante de las últimas elecciones municipales, de las últimas elecciones autonómicas, de las últimas elecciones europeas, ahora se huele que no arregla ni con torniquete el cornalón que le ha roto la vena safena. Esto le parece ya lo de Pozoblanco a Córdoba. Al Partido Popular sólo le falta ya ponerse a llamar a Ramón Vila.

 

En pocos días ha recibido el broncazo de Aznar desde la mismísima portada del ABC en domingo  (que no es lo mismo una bronca desde ABC en domingo que en lunes; las broncas de los domingos en ABC son más sonoras, con los lectores sin prisas, sin trabajar, de descanso, con todo el tiempo del mundo para escucharlas tranquilamente desde el butacón). En pocos días ha anunciado una rebaja fiscal, una bajada de la luz y una intención de enmendar tanta soberbia con humildad. En esos mismos pocos días ha augurado la rehabilitación económica y de imagen de los funcionarios, a los que criminalizó. Y ahora incluso ha cambiado el logotipo, encerrando sus siglas en un redondel, como si al diseñador le hubiera traicionado el subconsciente con el círculo vicioso en el que el Partido Popular se ha metido hasta que llegue a conocer su total extinción. Ya hablaré de esto, pero a mí el PP ya me recuerda a la extinta UCD que no se libró de su desaparición ni por los pelos del CDS.

 

Presentar un nuevo logo es como un insulto a nuestras mentes y a nuestras voluntades. Es como meternos el dedo en la boca a ver si no mordemos, por si somos tontos. Presentar un nuevo logo es como un desprecio a la memoria de tantos millones de votantes que siempre lo fuimos del PP, pero que no olvidamos una estafa electoral. Presentar un nuevo logo es, en fin, como pintar el mismo perro con distinto collar o, en este caso, la misma gaviota con distinta fuente de letras. Reformar no es dibujar. Corregir no es diseñar. Y en lugar de la gaviota, o el charrán, o como coño sea eso que vuela, hubiera quedado mejor un avestruz, que es lo que hace el partido y especialmente Rajoy: esconder la cabeza, desoír a la sociedad española, e ir por libre como si hubieran llegado sin nuestros votos.

 

Ahora las siglas y el pajarraco van centrados por un círculo. Es una idea tan torpe como sugerir subliminalmente que apuntemos mejor a la diana en las próximas elecciones generales. Es el remate del ave que ya está tocada del ala.

 

Pepe Fuertes

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