Muere Manuel Molina, de Lole y Manuel

Muere Manuel Molina, de Lole y Manuel

No entiendo de flamenco. Para eso está Manuel Bohórquez, el crítico, que me deleita al leerlo por anécdotas, o escuchándolo como aquella noche en un velador de la calle Betis. No entiendo de flamenco, pero sí noto cuando cambia el aire, cuando el viento cruza por entre los viejos muros a los que refrescan amparos de sombra.    

 

Un año de hace mucho, la brisa de un cante nuevo meció los jazmines que entoldan de blanco el callejón del agua. Y tembló en sueños la buganvilla. Y la sangre verde de los patios de albahaca palpitó en la voz distinta de la muchacha que llevaba un río en su garganta, como un caudal de melancolías. Una guitarra iba dando pespuntes de estelas en la corriente. Eran Lole y Manuel.

 

Hay matrimonios que se divorcian, pero genialidades indisolubles. Ni la muerte las separa. Por eso cuando cuentan que se ha ido Manuel Molina, la voz aquella de Lole lo ata en la tierra, lo sujeta por versos, lo sana del declive, lo aúna con lo estremecedor y lo eleva hasta lo más eterno del arte.

 

Lo siento, Alba, la que nació de aquel Nuevo Día. Lo siento a tu padre Manuel Molina. Te acompaño en el sentimiento imperecedero del poeta que siempre cantará su poesía.

 

Pepe Fuertes  

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