LA “RETIRADA” DE PASTORA SOLER

LA “RETIRADA” DE PASTORA SOLER

Pastora Soler ha anunciado estos días su retirada. En principio alegó padecer eso que se llama pánico o miedo escénico, y que todos sabemos que consiste en sentirse un artista superado por lo que impone salir ante el público. Pero unas cuantas horas después del primer comunicado, con más sosiego que con el dolor en caliente de haber tenido que interrumpir y dar por terminado el concierto del fin de semana en Málaga, lo que tiene Pastora Soler no es miedo escénico, sino cansancio, agotamiento, y la clara idea de que busca para ella misma una vida llena de muchas más cosas que cantar.

Pastora pertenece a una profesión maravillosa como pocas, pero nada fácil, en la que los éxitos no se consiguen con varitas mágicas, sino a base de mucho tesón, talento y, encima, un buen componente de suerte. Para estar tantos años como ella lleva en esto de la música, se le presume una raza de titanes, de incombustibles, de imparables. Pero hasta los más incansables se cansan, porque hasta los artistas más excepcionales no dejan de ser humanos. El arte no es más que uno de los rasgos más extraordinarios que pueden caber en la humanidad, pero es al fin y al cabo también humanidad, seguramente más humanidad que nunca.

Esto de Pastora Soler no es nuevo en el mundo del espectáculo, por más que lo parezca y deje a gran parte de la gente sorprendida. Resistir el organismo el agitado ritmo de un oficio tan singular y distinto a todos, es más complicado de lo que ocultan los brillos y las luces que lo adornan. Y el caso de Pastora Soler, mi querida amiga Pili, quizás no sea otro que el de una solución inteligente y a tiempo, antes de sucumbir herida de velocidad donde más de los que nos creemos o hemos sabido, han sucumbido. Lo de Pastora seguramente no consista más que en haber puesto el freno a tiempo y detenerse con urgencia para ordenar un buen montón de ideas interesantes con las que retomar un merecido camino de triunfos.

Los seres humanos procedemos generalmente de una vida normal enlazada a la común de las gentes iguales a nosotros, con pautas tan naturales como asumibles desde la infancia: nuestra familia, nuestro pueblo, nuestros amigos… un buen puñado de cosas y ambientes digeribles en los que respirar sin demasiados sobresaltos. Pero cuando se alcanza una cima con pendiente tan escarpada como la de la fama, las propias pisadas de quienes lo logran pueden resultarles tan extrañas como a los astronautas las suyas sobre la luna.

Como el padre de Pastora Soler, mi querido amigo José Francisco Sánchez, es un gran aficionado a los toros, me entenderá perfectamente con la metáfora del ruedo para decir a todos que Pastora Soler no se ha cortado la coleta; simplemente está en el trance de mandar y templar a esa fiera negra de la vorágine del éxito hasta llevarla al sitio justo donde nunca la enganche.

Un día, cuando la cantante firmaba discos en El Corte Inglés, me acerqué a obsequiarla con un ramo de flores. Dentro llevaba una tarjeta -¿te acuerdas Pastora?- en la que le escribí: “Tú serás una artista para siempre”. No me cabe la menor duda, ni siquiera en estos difíciles momentos.

José María Fuertes

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