CUANDO LA EDAD PERDONA

CUANDO LA EDAD PERDONA

Han demostrado que tener hoy más de setenta años, ya no es lo que era. Con ellos queda lejos el tiempo de nuestros abuelos, cuando esa edad era de viejos. Son asombrosas excepciones que por eso mismo conoce y admira todo el mundo. Pero incluso fuera del mapa de la fama más universal, nosotros mismos tenemos ya cerca los casos de gente que conocemos y que en absoluto representan la edad que tienen.

Viéndoles se hace evidente que la mayoría de la gente es mayor de lo que le pertenece. Están señalando un camino a seguir por todos. Por supuesto que hay una base genética en cada uno, desde donde situar el punto de partida que va a favorecer siempre el aspecto físico. Pero esa base hay que cuidarla, mimarla, no atentar contra ella, no someterla a abusos, no agredirla. Estar bien es eso entre otras cosas: una buena cantidad de negativas, de prohibiciones de paso para no rebasar la línea del envejecimiento prematuro, de la decadencia por adelantado. La disciplina se hace imprescindible para blindarnos ante cualquier maltrato: el sedentarismo, el tabaco, el alcohol, la obesidad… En realidad, eso que en muchos casos de personas bien conservadas llamamos haber hecho un pacto con el diablo, no es más que un pacto con la voluntad.

Mi óptica obviamente no es la de un especialista, pero miro desde luego y creo que debemos mirar hacia donde precisamente los especialistas nos recomiendan sin cansancio y con insistencia: alimentación saludable, dieta mediterránea, ejercicio físico, beber el agua necesaria, hidratarnos convenientemente…

Después vienen, desde los más generales, los sumandos más particulares: las cremas faciales adecuadas para cada piel, exfoliantes, los aceites corporales idóneos, las mascarillas, las limpiezas de cutis, etc. Y aún más específicos, como las duchas que alternen el agua caliente con la fría. Por supuesto que hay suertes concretas de la fisonomía, como el caso de los hombres que no conocen la calvicie.

Las muestras más evidentes de los más públicos y notorios están ahí, a la vista de todo el mundo: Mick Jagger, Bruce Springsteem, Jane Fonda, Tina Turner, Demi Moore, Sharon Stone, Robert Redford, Sofía Loren… y nuestros casos españoles, como el Dúo Dinámico, Miguel Ríos y el incombustible Raphael que se mete entre pecho y espalda tres horas ininterrumpidas de cada concierto.

Son auténticas energías renovables, los conejitos de Duracell. ¿Que algunos han recurrido a la cirugía? Pues lo habrán hecho. Pero más allá de las manos de un cirujano y unos óptimos resultados estéticos, creo que son ellos los genuinos generadores de su fuerza, de su vitalidad, de su derroche de energías. Y poseen, a mi entender, varios denominadores comunes, quizás decisivos: se dedican a lo que más les gusta, poseen unas mentes asombrosamente juveniles y, en la mayoría de los casos, están estrecha y profesionalmente relacionados con la música. Son unos creativos por excelencia llenos de una curiosidad insaciable y de proyectos incesantes, como si fueran el cuento de nunca acabar y la jubilación de nunca llegar. Han demostrado ser las muestras humanas de cuando la edad perdona.

José María Fuertes

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