HA MUERTO PERET,UNA LÁGRIMA CAYÓ EN LA ARENA

HA MUERTO PERET,UNA LÁGRIMA CAYÓ EN LA ARENA

Siento una emoción especial, esa emoción distinta a todas que da el último adiós a los artistas. Se ha muerto Peret, al que le bastó con sólo este nombre, sin apellidos siquiera, para que todo el mundo supiera de quién se trataba. Las crónicas de cientos de periódicos estarán descubriendo ahora para tantos lectores su verdadero y completo nombre. ¡Qué más da, si siempre va a ser Peret!

Me recorre un escalofrío al conocer la noticia, porque en ella va escondido un secreto que revelo: y es que a mi padre le encantaba Peret; por eso con la memoria de uno me viene la del otro.

Dejo a los demás, que van a hacerlo mucho mejor que yo, los datos biográficos del cantante, las ventas millonarias en discos, su reinado en la rumba catalana, sus éxitos de verano y también de lumbres de invierno, al calor de su compás, cuando al final de una fiesta se han ido casi todos y quedan aún los más cabales.

Yo no quiero ahora cifras con muchos ceros, que se encarguen otros de contar cuando estuvo hasta en el show de Tom Jones, con sus palmeros de negro inseparables.

Yo quiero silencio para recordar a mi padre regalándome, cuando yo tenía nueve años, mis dos primeros discos, los dos primeros discos de mi vida, que ya había mordido el veneno dulce e implacable de la música: uno era un disco de Los Bravos y el otro el de Peret con lo de “Belén, Belén”.

¡Ay, Peret! ¿Cómo lo has hecho para irte en este agosto que parece buscar su final de tu mano, con la cadencia amable de tus rumbas? ¡Ay, Peret!, marchándote como una hermosa letra en tu voz, con los pulsos más cálidos de tus manos sobre la guitarra, la que ha sentido hoy uno de esos vuelcos al aire que le dabas, mientras dejabas flotando su alegría rumbera.

Desde esta España que está a punto de hacer sus maletas para regresar desde la playa a sus ciudades, desde esta España que ve irse agosto, poco a poco, como por un largo crepúsculo del final de un verano, te digo hasta siempre, querido Peret, y te encomiendo un beso de llegada a mi padre, en esta tarde de tu despedida en la que una lágrima cayó en la arena.

José María Fuertes

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