ELEGIR BIEN

ELEGIR BIEN

Una de las mejores series que haya emitido la televisión española fue “Anillos de oro”. Lanzó popularmente a Imanol Arias. Y estaba escrita por una de sus protagonistas, Ana Diosdado. Se comprende por eso que dejara diálogos de antología. Y jamás he olvidado uno de ellos entre dos personajes que se decían:

-¿Tú crees que nos enamoramos de quien queremos o de quien podemos?

-Yo creo que nos enamoramos de quien no debemos.

Me impactó esa respuesta. Porque soy un convencido de que la mayoría de las veces nuestras relaciones no llegan hasta donde pretendemos, sencillamente porque no elegimos bien a nuestras parejas, porque de alguien nos llama la atención o nos conquista aquello que no lleva la luz más allá de lo que dura la de un relámpago. Podría decirse que somos malos electores o, como poco, electores equivocados.

Sé que hay miles de cosas para que nos quedemos en el camino, que no hay reglas fijas ni un solo motivo. Pero igualmente soy consciente, por propia experiencia y por la ajena, de que el embrión de muchas rupturas ya late desde el principio, por culpa de una mala elección. Y es verdad que la convivencia puede ser nuestra suerte o nuestro infierno. Pero tengo asimismo en cuenta que aunque existan miles de causas por las que poner punto final a una relación sentimental, en la mayoría de los casos sólo se da un motivo esencial: no nos hemos decidido por lo verdaderamente importante para escoger a una persona. Nos han atraído muchas cosas de ella que no eran las fundamentales para hacer posible algo más que estar de paso por el tiempo deslumbrante del principio.

El mundo está lleno de enamorados que no se convienen, de historias que ya empiezan mal y por eso mismo acaban peor. Tantas veces no nos queremos bien, sencillamente porque no nos hemos elegido bien. Y ahí está, sin embargo, la clave de la pareja que llega a buen puerto. Buen puerto es para mí el amor para toda la vida. No entro ya en el debate de si eso es posible o no, porque no necesito debatirme conociendo ejemplos que demuestran cómo muchos se han querido hasta el final de sus días juntos, incluso están los que se han muerto de amor tras la muerte de quien lo fue todo para ellos.

También en eso nado contra corriente en estos tiempos de relaciones fugaces, de amores light, descafeinados, incapaces de perdurar, de ver más allá de los primeros días o quizás ni eso, porque sólo se cuentan por noches, a lo largo y ancho de unas copas y una cama, o en el viaje mordaz de las drogas.

Es verdad en millones de historias infelices que nos enamoramos de quien no debemos, de quien sólo se dedica a hacernos sufrir, de quien no tiene nada o muy poco en común con nosotros para compartir. Es cierto en montones de experiencias desgraciadas que nos enamoramos no de alguien en profundidad, sino de sus apariencias, siguiendo nuestros propios y torpes impulsos, nuestras más básicas apetencias. Un fogonazo no lo alumbra todo y un destello no es la luz entera. Yo también creo que nos enamoramos de quien no debemos. Y que en tantos casos jamás debieran haber llegado a nuestros dedos unos anillos de oro.

José María Fuertes

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