VIAJES A NINGUNA PARTE

VIAJES A NINGUNA PARTE

Desde que se divorció, ella emprende extraños viajes sin destino y arriva a lugares con nombres que, sin embargo, parecen no tenerlo, como si no se llamasen de ninguna forma. Incluso las cosas están, pero ya no le responden como antes. Las halla sordas y, si le hablan, escucha un lenguaje de signos aprendidos, conocidos de siempre, pero con sonidos diferentes e incomprensibles, igual que si de pronto quisiera entender un idioma ajeno.

Más que a viajar, se dedica a huir por todas partes. Sabe que agota un corto plazo de ficciones, previo a un desenlace fatal de realidades. Se está inventando un mundo cuyos límites empiezan y terminan en ella.

Pero desesperada ha tomado los besos y el sexo del primero que pasaba, de quien estaba casualmente al lado. Y nadie como las mujeres en la maestría de abrazar al más ingenuo en el mayor de los espejismos. Sabe humedecerle una carne árida, hasta entonces jamás mojada por un inexperto que nada supo llevarse a los labios; mas le acerca el tacto de un oasis que para él es creíble, y para ella mentira.

Evita fotos mal iluminadas y nada compasivas con su tiempo letal de vacíos, chivatas de su rictus amargo y ojeras de gastarse en llantos ocultos, cuando nadie la ve, cuando la única sinceridad de su vida busca el amparo de las cuatro paredes que la protegen de lo que se sospecha.

Hace maletas como quien tramara la urdimbre novelesca de mil miedos. Intenta guiarse por una brújula desconcertante cuya aguja loca gira sin orientarse en ningún punto. Y su vida no deja de ser un regreso con el recuerdo frío de un imán pegado a la nevera.

José María Fuertes

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