NATIVITAS SUI GENERIS DE CONSTANTINO MARTÍNEZ-ORTS

NATIVITAS SUI GENERIS DE CONSTANTINO MARTÍNEZ-ORTS

Compone con caramelos en los zapatos. Con pentagramas de cabalgatas. Escribe con todos en familia sentados a la mesa, cuando aún no contábamos sillas vacías. Es como si, tan joven, hubiera publicado ya la primera entrega de sus memorias, la que narra su infancia y, a través de ella, nos ha sonado la nuestra. Su música es como un coro de campanilleros por la fría calle de la melancolía con humo de castañas escalando nieblas de diciembre.

No se pierdan su obra “Nativitas sui generis”, no dejen de escucharla abriendo lo más hondo de sus corazones, porque ha hecho una magnífica recreación de villancicos populares interpretados por la orquesta sinfónica que dirige. Es música para el repeluco, para que los ojos se te empañen de recuerdos, está hecha a base de temblores de luceros, anunciada con timbales que presagian el momento más vertiginoso de la Humanidad: cuando Dios se hizo hombre, cuando la Historia se partió en dos, antes y después de Él.

Están hasta las voces de nuestros abuelos, a los que Constantino no vio nunca (ni siquiera fue contemporáneo), porque nació después de sus despedidas. Pero el gran músico valenciano tiene lo que Antonio Burgos llama para los sevillanos nostalgia de lo no vivido.

Compone con corchos y serrín, con casitas encendidas, con celaje de estrellas de papel, con muérdago de bienvenida en las puertas, con bolas brillantes en los días de más luz, con calor de chimeneas, con bufandas de muñecos de nieve, con fuchina en el papel rugoso de las montañas, con voces de primos, con aguinaldos de carteros, barrenderos y serenos, con comunión de Misa del Gallo. Toma escarcha de amaneceres, reflejos de farolas a punto de apagarse con el nuevo sol de la mañana que nos rescata del relente.

Es poderosamente evocador el pasaje coral de “Campana sobre campana”, como una habitación caliente de la niñez, cuando nada nos hacía aterirnos de frío. El secreto de su emocionante obra quizás esté en reclamar magistralmente los ecos felices de los hogares. Sin cantar, cantan hasta los niños de San Ildefonso en la primera mañana de vacaciones. Y gritamos desde las calles el nombre de los Reyes Magos cuando pasan con sus carrozas.

No le falta nada a este jovencísimo director que se echa edad y sabiduría cuando compone, que parece que tiene más años de los que ha cumplido, en un prodigio de madurez artística bien temprana ¡Es que no le falta nada! Están todos los sueños de los niños de todas las épocas, es un monumento musical al pálpito de la infancia: está el mecano, el caballo de cartón, el tren de madera, el paje de El Gorriaga, el anuncio de las muñecas de Famosa que se dirigen al portal, el Exin Castillos, los Juegos Reunidos Geyper y hasta los Madelman.

Incluso te deja en la boca un sabor de alfajores de Estepa venido en una caja de El Mesías.

Los más grandes intérpretes jamás se resistieron a cantar la Navidad, a glosarla musicalmente como un acontecimiento verdaderamente vibrante de los hombres de buena voluntad. Y Constantino Martínez-Orts, con Nativitas Sui Generis, ya está entre los mejores. Desde el fondo de mi infancia y mi emoción por su música, feliz Navidad a todos.

José María Fuertes

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