EL AMOR SIN LA IGLESIA

EL AMOR SIN LA IGLESIA

Fran Rivera se ha casado con esa bella muchacha que se llama Lourdes Montes. Todo el mundo sabe que antes lo estuvo con Eugenia Martínez de Irujo. Se divorciaron. Por lo civil, claro; el divorcio no existe en la Iglesia, a la que no le cabe en la cabeza ni quiere que nos quepa en la nuestra que entre un hombre y una mujer existió un vínculo que hay que deshacer. Cuando el matrimonio canónico no llega a buen puerto, concede -carísima y millonaria por cierto- la nulidad, que es la idea de que el vínculo, aunque lo pareciera, nunca existió.

Resulta bastante contradictorio que durante el enlace matrimonial la Iglesia, el sacerdote, tengan el mero papel de un testigo y, más tarde, si las cosas no salen como se esperaban, se convierta en una parte tan relevante como para acabar decidiendo qué será de aquel matrimonio fallido.

Por suerte, millones de creyentes en todo el mundo ya no esperamos en estos casos el parecer de la Iglesia. Si no quiere acompañarnos por nuestros caminos humanos de seres que erramos, tranquilos: que ya sabemos que nos acompaña Dios.

Eso es lo que hicieron ayer dos enamorados, eso es lo que están haciendo en toda la tierra aquellos que afortunadamente se han vuelto a enamorar después de haber visto truncados los sueños con apariencia de definitivos.

Pero como en el corazón de los hombres late Dios, con o sin Iglesia, he asistido a bodas civiles que hubieran querido ser católicas. Y entre los muros de un ayuntamiento se ha leído la carta de San Pablo a los Corintios, o cantado al final la Salve rociera. Una amiga famosa que por enamorarse de un divorciado sin nulidad, se sentía en aquellos momentos cerca de Dios, me pidió -porque me veía venir interpretando su corazón- que pronunciara unas palabras durante su ceremonia. Las dije, ¡vaya si las dije delante de cuatrocientos invitados!:

-Dios no se queda a las puertas de ningún sitio, y tampoco de las bodas civiles.

Hizo tanta fortuna entre los asistentes que hasta la revista ¡Hola!, la reprodujo.

La nulidad eclesiástica no está en el Evangelio; la indisolubilidad del matrimonio, tampoco. Eso, además de ofender y ningunear a los hijos que se han tenido, es negar a Dios su comprensión de que los hombres no siempre logran lo que se proponen.

¿Dónde han encontrado el texto para semejante barbaridad que urge erradicar ya y suprimir fulminantemente? ¿En que han leído que lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre? Claro. Ni los curas. Ni la Rota. Ni los abogados. Ni sus cuantiosas minutas haciendo el negocio con corazones rotos. Lo que Dios ha unido lo puede separar Dios.

¡Enhorabuena a Fran y a Lourdes! ¡Enhorabuena a todos los que ya no os dejáis intimidar ni asustar por la Iglesia, a todos los que habéis descubierto que en vuestros lechos no se vive en pecado, a todos los que sabéis que Dios os ama!

José María Fuertes

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