LLEVAMOS LA FELICIDAD

LLEVAMOS LA FELICIDAD

Soy consciente de que con cierta frecuencia escribo sobre mis hijas. Pero es que mis líneas no serían ya completas si buena parte de las mismas no hablaran de ellas. Sé de sobra que Marta, María y yo seremos indisolubles. Y que a partir de que nacieran, mi propia vida se hizo un todo con las suyas. También comprendo ahora que Dios depara muchas de nuestras anteriores experiencias para que les sirvan en los días de estreno que ahora les tocan. Pero lo más grandioso de todo es descubrir que aquellos que son nuestros hijos, vendrán a iluminar zonas de extraña oscuridad que durante años no encontraron, hasta ellos, una explicación.

Un padre capaz de asumir lo que significa serlo, no tiene precio a lo largo de la vida de sus hijos. Pero también todo está pagado para un padre cuando son sus hijos quienes multiplican lo que les has enseñado.

A Marta debo una de las más bonitas palabras que haya podido escuchar en esta vida.

Estábamos los tres en el descansillo de la escalera, esperando al ascensor, pero sin haber cerrado aún la puerta del piso; en ese momento justo en el que revisas lo que llevas encima y en voz alta pasas lista a las cosas imprescindibles que debes coger antes de salir a la calle.

-Llevo el móvil, la cartera, las llaves del piso, el paraguas… Espero que no se quede nada.

-Papá, ¿Llevas la felicidad?

-Sí, llevo la felicidad.

Respondí de inmediato a tan inédita pregunta. Si he de ser sincero, me sorprendió a medias, porque no es la primera vez que mis hijas se las gastan así. De alguna manera, ese es nuestro aire y esa nuestra atmósfera. A lo mejor, digo yo, que porque también cantamos mucho juntos; y yo estoy convencido de que cuando un padre y sus hijos cantan juntos, un padre y sus hijos sienten juntos.

Me di cuenta, más que nunca en estos últimos años, de que ellas son maravillosas; pero igualmente me di cuenta de que tantos consejos sin tregua ni descanso por mi parte, no habían caído en saco roto.

Hemos aprendido codo con codo la lección decisiva de que podemos ser felices, no porque no haya problemas, sino a pesar de que haya problemas, aunque formen parte del sueldo de vivir, aunque sumen de manera natural en las cuentas de todos los seres humanos.

Y desde aquel día, la pregunta se ha hecho corriente entre los tres cada vez que, a punto de cerrar la puerta, repasamos si nos falta algo:

-El móvil, la mochila, el bocata del recreo…

-¿Llevas la felicidad?

-Sí, también la llevo.

Entonces no nos dejamos atrás lo más importante.

José María Fuertes

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