¿QUÉ HAS HECHO CON NUESTROS VOTOS?

¿QUÉ HAS HECHO CON NUESTROS VOTOS?

Unos maños que han estado por primera vez en la Feria, de vuelta a Zaragoza no han podido decirlo mejor en un correo de agradecimiento a sus anfitriones: “… y desde la realidad, agradeceros toda vuestra organización, así como el acogimiento de vuestros familiares y amigos, porque acompañados incluso de los más pequeños gestos y detalles, han hecho que hayamos pasado unos días realmente diferentes e inolvidables”. Desde la realidad dicen. ¡Qué bien han captado esta hermosa ficción llamada Sevilla! Lo han dicho, de otra forma, igual que Requiebros cantando: “Al bailar por sevillanas se me olvidan los pesares”. Pero dejando de bailarlas nos vamos a acordar de cada uno de ellos. Por desgracia, para quitapesares ya no está ni el Peregil.

Y lo mismo que a los maños la realidad les estaba esperando el jueves en cuanto bajaron del avión de regreso a Zaragoza, a los sevillanos les aguarda otro buen pedazo de tierra de esa realidad en este lunes de resaca de la evasión desde que ayer se acabó lo que se daba.

Lo que se daba era una desmemoria de políticos embusteros como Rajoy, que por fin admite que no está cumpliendo su programa electoral. Lo que se daba era una amnesia de recortes que ya quisiéramos, en vez de en nuestros sueldos, donde a todos se nos ocurre meter la tijera (que tenemos más recortes que el torno de las monjas de la Plaza del Triunfo). Lo que se daba era una tregua de paz arrebatada por los que no saben dárnosla. Y sobre todo un hombre que ahora se escuda en los votos que le dimos, diciendo que está respaldado por ellos para llevarnos a una catástrofe.

¿Quién le ha dicho a Rajoy que le dimos los votos para esto? Los votos al PP están ya, en sólo unos meses, vacíos de contenido. Si no, ahí tiene Arenas el faenón que le ha hecho Rajoy de noviembre a marzo. Y más que para Arenas, el faenón es para Andalucía. No te queda ná, Andalucía, con las tortas a dos carrillos, viniendo las guantás desde la Moncloa con Marianico el corto (de ideas) y desde la Junta y el reparto del botín de los perdedores.

Desde que Rajoy es presidente, el PP está irreconocible incluso para quienes le votamos. A este paso hasta vamos a sentir el alivio de que exista una oposición que, en el peor de los casos, por lo menos será una forma de equilibrio, un contrapeso que dificulte hundir el plato de la balanza hasta chocar con el suelo de una política por cojones. El PP está cargando de razón a quienes, después de sus despilfarros y corrupciones, deberían haberla perdido por completo.

¿Quién va a arreglar esto? ¿Acaso el líder que aún no conocemos? Haría falta un partido que saliendo desde la derecha vaya contra la derecha… y contra la izquierda. Un partido a favor de España, a la medida de nuestras necesidades, no de la Merkel. Un partido con seguridad, no con vaivenes ni tanteos gravísimos y muy peligrosos. ¿Una utopía? Exactamente. La que necesitábamos y esperábamos con el PP y han bastado unos meses de Gobierno para derrumbarla.

Como ya se dice en la oposición socialista, “Rajoy se está quedando sólo con Rajoy”. De momento le ríen, más que la gracia, la desgracia de los españoles Montoro, Sáenz de Santamaría o Cospedal.

La calle, el español de a pie y no digamos las redes sociales de Internet, son un hervidero de temores y miedos a unas supuestas soluciones que salta a la vista que no lo son. La economía no es una ciencia exacta, pero la que aplica Rajoy parece ser la más inexacta de todas. La única promesa de Rajoy que queda en pie es la de sobresaltar a los españoles con los Consejos de Ministros de cada viernes. Ya les llaman los viernes de dolores.

Cada medida parece alejarse más de una cuenta que ya es evidente que no sale día a día, de la que ni ellos mismos están completamente seguros, por mucho que se enquisten en una firmeza como aquella que mantuvo de no subir los impuestos. Es una auténtica espiral de surrealismo. La auténtica verdad de la gente les está rogando que detengan cuanto antes perseguir la cuadratura del círculo. Eso, que yo sepa, sólo existe en un sitio, precisamente de Sevilla: el patio del Labradores.

José María Fuertes

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