Esa sangre veloz de los artistas. Hoy: Ahora lo confieso

Esa sangre veloz de los artistas. Hoy: Ahora lo confieso

Mis artículos y el largo camino que van tomando ya, no son más que el resultado de puras carambolas, una detrás de otra, la primera de las cuales comienza en Facebook.

Seré sincero aclarando que a mí eso de abrir con nombre propio una página de contactos me daba un cierto repelús. Y a la solicitud de unos amigos que me insistían sobre el asunto para agregarme a la suya, yo me negaba repetidamente. Más que negarme, yo me hacía el loco. Pero les quiero mucho y al final sucumbí por el afecto.

Durante meses la página permaneció sin contenido, sin alimento que llevarle. Me era indiferente que apenas ofreciera poco más que una vaga y escueta información requerida para el perfil, amén de una fotografía mía cantando, porque yo, en cuanto se trata de algo público, ya me veo como acabé saliendo: con un micrófono en la mano. Un día, de pronto, me dio por mirar lo que colgaba en su página mi primo Alejandro. Y entendí, gracias a él, la filosofía encantadora sobre una novedosa forma de compartir.
Me pareció de una generosidad encomiable el hecho de que alguien te enseñara sus fotos, te confiara un pensamiento de última hora y, cómo no y en el caso de Alejandro Marvizón -viviendo fuera de Sevilla-, me sedujo un medio que iba a acercarme tan vivamente a alguien que hasta entonces tenía que conformarme con verlo de tarde en tarde. Y por una mera razón de justicia, de querer corresponder con gente que me había dejado agregarme a su intimidad, desde la bonita página -¿se llama cuenta?- de Alejandro, empecé a maquinar sobre la mía. Ahí empezó con tan pocos pasos lo que va llevando las piernas muy largas.

Ahí empezó lo que desde Facebook saltó después a los periódicos digitales “Sevilla Press” y “Chipionanoticias” para miles de lectores. Lo que desde Facebook se multiplicó para decenas de correos electrónicos que reciben puntualmente los artículos y sus ilustraciones, pues gustan mis destinatarios de imprimirlos para coleccionarlos. Ahí empezó lo que desde Facebook ha llegado a provocar la propuesta de recopilarlos en un libro. Lo que desde Facebook me alcanza ahora mismo el largo aprecio con amigos y amigas que estaban ilocalizables por geografías a veces muy lejanas, como Lola en Miami y, más cerca, Yolanda en Granada. Un milagro; para mí, todo esto, es desde luego un milagro. Eso sin contar a las tantas personas que hace solo unos meses ni conocía y que, sin embargo, gracias a este invento ahora forman parte de mi vida de una forma asombrosamente cotidiana.

Ese cariño a mí me obliga. Procedo de una familia que, enterita, está educada así, siente así, su condición es así. No tendríais que verme más que un rato entre los míos para comprobar lo poco peculiar que resulto junto a ellos. Y entenderéis mi actitud rápidamente si os digo que yo valgo para recorrerme el Rocío invitado de casa en casa.

Pero un año. Nada más que un año. Al siguiente, o yo estoy en otra donde también pueda acogerte y servirte una copa, o se acabó de momento el Rocío. Si cuando me despidas en tu casa no puedo decirte que te espero en la mía, no hay Rocío que valga. Así estoy hecho. Por eso fui llegando, al hilo de vuestros mensajes generosos, desde las anécdotas amables de la vida artística hasta las páginas comprometidas del sexo en Internet. Pero entregarme de esa forma me dejó exhausto. Ahora lo confieso.

-¿Qué necesidad tenía yo de esto?, me preguntaba a mí mismo.

Yo, seguramente, ninguna. Pero me habéis hecho saber que muchos de vosotros sí. Y sólo por eso ya me merece la pena, que no ha sido poca, os lo aseguro.

Que no me hayan llegado opiniones en contra no ha de significar forzosamente que no las hubiera. Cantando aprendí que no soy un billete de quinientos euros que tenga que gustarle a todo el mundo.

Me sentí muy solo, pavorosamente solo e indefenso frente a un combate en el que el contrario lucía mucha más musculatura de la que yo poseo. Por eso terminé protegiéndome con vuestras cartas igual que si me hubiérais esperado con la toalla y el agua para secarme y beber después del esfuerzo.

Gracias a Javier de Rojas, un renacentista de 2011:

“Cuando escribes, lo primero que eres es un científico”.

Gracias a Manuel Gordo, el gran comunicador de la madrugada a través de Canal Sur Radio:

“Hermosa, respetuosa y clarísima forma de hablar de la soledad que inunda a muchos de los que navegan por Internet. Cuánta verdad apuntas, mi querido José María. Es cierto que no podemos estar tranquilos ante el futuro que espera a nuestros hijos si no hacen buen uso de Internet, y más cuando hoy escuchaba y leía la noticia de que la Policía Nacional detuvo en Viator (Almería) a un joven de 20 años que, a través de las redes sociales, había coaccionado bajo amenazas a al menos seiscientas adolescentes de entre 12 y 17 años para que posaran desnudas frente a la pantalla del ordenador.

Pero con tu texto nos ayudas a replantearnos nuestras relaciones, a recordarnos la atención y dedicación que debemos prestar a nuestros hijos. Siempre he dicho que los niños son un reflejo de lo que ven en su casa. Hoy me has ayudado a refrescar en la memoria lo que quiero para mis hijos. Mi sueño de que sean felices y que no le tengan miedo a nada ni a nadie, tiene que ser refrendado con la claridad en nuestras conversaciones y poniendo, como en el bolero, alma, corazón y vida en todo para que mejoren cada día, obligándome a serlo yo a la vez porque soy el espejo donde se miran.

Quien te lee cada día con los ojos del alma, José María, además de descubrir tus heridas y pequeñas o grandes flaquezas entretejidas en estas líneas, es capaz de descubrir un mundo de sensaciones que incluso pueden servirnos de terapia. Y eso, mi querido amigo, es un premio mucho mayor que un número 1 en las listas de superventas. ¿Que por qué? Porque aquí hay libertad para elegir y decidir; porque aquí no hay que pagar a ningún «elemento» de cualquier emisora para que algo infumable se convierta en éxito de usar y tirar; porque aquí estamos solos con nuestras luces y sombras y, gracias a ti, las podemos equilibrar y regular. Te espero mañana”.

Gracias a Camila Zalazar, de quien me gustaría resaltar que apenas tiene veinte años, es estudiante argentina y me escribe:

“Increíble el texto de Internet. Fuerte, cierto y trascendente . Me encantó como nunca, debe ser que porque toca mi época. Sobre todo este cierto párrafo: ”Pero a la clásica versión del encuentro personal, donde quiera que tenga lugar, se ha sumado la nueva posibilidad de la “cita” informática, de “quedar” en el ordenador, de “conocernos” en Internet. Es la última forma de vernos. También la de no vernos”.

Gracias al arquitecto Fernando Parra, actual presidente de Cursillos de Cristiandad:

“Querido Pepe, me he asomado a la ventana de tu Facebook y he encontrado palabras con sentido, reflexiones en un mundo tan banal.
Enhorabuena Pepe. Te seguiré leyendo. Un fuerte abrazo”.

Gracias a Lola Gómez Gaviño, sevillana residente en Miami, casada y madre de tres hijos:

“Ojalá más personas escribieran como tú”.

Gracias a Rocío Marvizón, casada y madre de dos hijas, licenciada en Derecho y técnico de la Diputación Provincial de Sevilla:

“Sigue así. Cada vez te veo más grande como persona y como artista en todos los sentidos”.

Y gracias a Manuela García Villalobos, de la Delegación de Hacienda de la Junta de Andalucía, compañera diaria de superaciones, estímulos y pensamientos que deseo siempre se hagan un hueco conveniente en medio de nuestros trabajos. Me escribes sobre “El amor en los tiempos de Internet”:

“Ó EL SEXO ENTRE TINIEBLAS.

Tengo la fortuna de conocer en primicia y antes de que transcribas tus ideas sobre este o aquel tema, casi siempre, y me pierdo la oportunidad de plasmar mi opinión en esta «herramienta» simplemente porque no quiero pecar de repetitiva. Es enriquecedor que cuando hablamos nunca se convierte en un monólogo, siempre es un encuentro de tus ideas, que manan caudalosamente de tu cerebro, con mis preguntas y opiniones sobre las mismas.

Es de justicia que tu esfuerzo tenga una respuesta que la puedas visualizar, así que esta vez sí te voy a contestar por escrito.
Tenía que ser el inmenso amor que sientes por tus hijas el que te encendiera ese piloto «avisador de riesgo» y te solidarizaras con tantos padres que viven el peligroso, por acelerado, acceso a las nuevas tecnologías.

Todos tus temas anteriores fueron fruto de tus experiencias lúdicas, sentimentales, artísticas. Pero volviendo al tema que tratamos, he de decirte que directamente has cogido el toro por los cuernos en una plaza que, creo, has estado desde la barrera pero nunca te habías bajado a la arena para torearlo y en esta situación, o sales en camilla o a hombros por la puerta grande.
Pero eso da igual. Da igual que los demás piensen cómo has salido, ojo que puedes caer en la sutil trampa de la vanidad y engordar el Ego. Aquí lo importante es que te has lanzado a torear por tus hijas y por los hijos de todos.

El mundo que acabas de experimentar, a fondo, y que expones con una cruda y terrible realidad, es precisamente eso: una realidad. Esa realidad que pertenece al otro lado de la línea, donde determinados placeres han hecho desaparecer la Luz del Amor, y el resultado ha sido la locura del sexo entre tinieblas.
Espero que tu experiencia abra los ojos a los que aún estaban dormitando en esa tranquilidad propia del que piensa: «En mi casa el/ ella/ ellos están a salvo».

Dices entre líneas más que en las propias líneas. Cada frase puede llevar varias lecturas y lo que me resulta más curioso de todo ello, es que todavía no eres consciente de donde proviene tu Inspiración a pesar de saberlo.
Escribe, escribe, escribe. No dejes de escribir. Fueron mis primeras palabras cuando te acababa de conocer. Hoy en día continúo diciéndotelo.
Todo mi cariño y amistad”.

Gracias, Manuela. Llevas razón en que digo entre líneas más que en las propias líneas; y en que cada frase puede llevar varias lecturas. Todo texto tiene algo de palimpsesto, con huellas de una escritura anterior. Y es verdad que unos y otros habéis sabido leerme una solicitud de auxilio entre renglones para nuestros hijos. Pero yo también advierto en vuestras palabras aquellas que vislumbro bajo las escritas. Tú misma me pides escribe, escribe, escribe, mientras te escucho desde el fondo de tu corazón: ama, ama, ama…

(*)José María Fuertes es cantautor y abogado

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