Esa sangre veloz de los artistas. Hoy: Estelar Juana Reina(Continuación)

Esa sangre veloz de los artistas. Hoy: Estelar Juana Reina(Continuación)

Me quedé escribiendo el otro día en el momento justo para dirigirme al salón y afrontar mi papel de yuppie asesino. Acababa de encontrarme con doña Juana Reina en la situación más inverosímil que yo, desde luego, nunca hubiera sido capaz de imaginar. En su propia cocina estando la genial artista preparando la cena a su marido, el gran Caracolillo. Y yo de aquella guisa, en batín y zapatillas, nada que ver con lo ceremonioso de haber celebrado años antes la entrevista para la publicación que dirigía, en una cita previamente acordada con Caracolillo y en la que todo había de discurrir -y discurrió- meticulosamente cuidado ante la estrella de la copla. Pero el destino traza los acontecimientos a su gusto, no al nuestro. Y de saberlo, de haber tenido una bola de cristal por la que se mirara en el futuro una realidad nada asimilable hasta ocurrir verdaderamente, hubiera sido tan desconcertante como increíble haberme despedido aquel año, en el despacho del Estudio de Danza de Caracolillo, diciendo:


-Señora, muchas gracias por concederme la entrevista. Hasta la próxima, en batín y zapatillas por su casa.

Así me encontraba. Y de la cocina pasé de lleno al rodaje.

En el salón, Federico estaba disponiendo el desarrollo de la siguiente escena. Nos situó a Asunción Embuena y a mí ante una pared en la que se encontraba colgado un marco con La Macarena. Nuestro director, embebido con las explicaciones de cómo iba a matar a Asunción, no se percató de semejante detalle. Pero yo, además de darme cuenta de que el plano contendría forzosamente la aparición de aquel retrato, empecé con la guasa y le advertí con perspicacia:

-Federico, esta foto de La Macarena dedicada a tu madre hay que descolgarla de aquí, o se va a descubrir que el crimen ha sido cometido en casa de Juanita Reina.

Ante la observación aplastante, el retrato fue retirado inmediatamente. En esto apareció en persona la artista y pidió a su hijo, sabiendo por los preparativos de la escena que se avecinaba tela de sangre, que hiciera el favor de colocar hules sobre las alfombras del salón para no mancharlas y dejar todo aquello perdido de colorante. Y es que Federico tenía previstas hasta las últimas consecuencias de mi instinto criminal. Yo, abrazando a Asunción, iría acercando su boca a mis labios para besarla. Sin embargo, cuando estuviera a punto de hacerlo, con mi mano derecha sacaba sorpresivamente del bolsillo de mi batín una daga para clavársela en el cuello. La boca de Asunción, en verdad y lejos de esperar mis besos, albergaba una pequeña bolsa de plástico conteniendo un líquido rojo y viscoso, que haría estallar en el momento de herirla yo, provocándose ella misma la ficción de una sangre a borbotones que venía desde su garganta. Así murió Asunción Embuena, sin saberlo el gran público que años más tarde la descubriría en la televisión. Por cierto: una vez más las casualidades provocaron lo gracioso, y es que llegué a coincidir tiempo después junto a Asunción en el programa “Sapore di sale”, de Canal Sur TV, donde intervine, siendo ella la presentadora junto a Domi del Postigo. Estuvo conmigo simpatiquísima y nos mirábamos riéndonos con la complicidad propia de recordar aquel terrorífico episodio de nuestra vida pasada.

Qué encanto tiene ahora todo aquello para mí cuando lo pongo en pie. Qué bonita ingenuidad e ilusión la de aquellos días. Qué ternura la de los créditos finales del corto figurando estar hecho por Producciones Algrenti (el segundo apellido de Caracolillo y, por lo tanto, tercero de su hijo), además del agradecimiento que se hizo constar, por cedernos para el rodaje el chalet y el piso, al bailarín y a Juanita Reina. Años más tarde de mi entrevista a la genial figura, lo vivido parecía increíble, pero cierto. Cada vez que después de semejante rodaje yo veía la serie “Se ha escrito un crimen”, me sonreía para mis adentros y pensaba:

-Sí, sí… seguro que uno. Na más que uno. Ni Agatha Christie se atrevió a tanto como localizar a sus víctimas en casa de Juanita Reina.

En medio de la diversión aprendí, no obstante, los trucos de aquel modesto “cine” que había interpretado, pues me percaté de la economía de los mensajes eficaces, del ritmo adecuado a los montajes, porque, las cosas como son: Federico, incluso trabajando con los humildes instrumentos de un cortometraje, poseía ideas claras y el sexto sentido necesario para acometer sus atrevimientos incipientes con el séptimo arte. No en vano, llegaría a convertirse con los años en el crítico cinematográfico nada menos que de ABC y de Onda Cero. Uno, camino de sacar su primer disco, lo caló en su largura para acometer proyectos con la cámara. Por eso le pedí, al terminar la producción de “Fondo y forma”, que llevara a cabo la dirección y ejecución de mi primer videoclip como cantante. Sencillo, bastante casero en medios técnicos, pero suficiente para intentar abrirme las puertas de las compañías discográficas. Como soporte musical se eligió una canción, “La primera vez”, que ni siquiera llegaría formar parte de ninguno de mis tres LPs. Y para el tono absolutamente romántico en que se desarrollaba el tema, Federico recabó la presencia de una amiga suya para hacer de mi pareja. Era la modelo sevillana Leticia Casellas, una preciosidad rubia de ojos claros. Y alta, desde luego más alta que yo. Tanto que esa característica física provocó una de las anécdotas que siempre me ha hecho reir al recordarla. Y es que en el Parque de María Luisa se rodó una secuencia en la que ella y yo nos abrazábamos (es la foto), pero para superarla en estatura Federico recurrió a subirme sobre un cajón de cervezas. Cuando estábamos en esas, estrechando a Leticia entre mis brazos, pasó uno de los típicos coches de caballos con turistas, y el cochero, al verme con aquella monumental mujer, me espetó:

-¡Hay que ser más grande, tío!

Qué duda cabe de que yo no crecí un solo centímetro más, pero los días de aquel rodaje con escenas por varios puntos de Sevilla me regalaron algo que nunca olvidaré.

Resulta que según iban obteniéndose las escenas Federico las exhibía conmigo ante sus padres. Nos reuníamos los cuatro y las visionábamos en el televisor de su casa. Yo no cabía en mi pellejo normal de humano corriente que tanto había soñado con los grandes artistas y, encima, que había escuchado muchas, muchas veces, los discos de Juana Reina. Y fue ella, precisamente ella, la que contemplando uno de mis pinitos en la pequeña pantalla de su salita, tuvo una de las reacciones sorprendentes e inesperadas propia de la sencillez de los verdaderamente importantes, tan ajena a los tontos que se creen algo con cualquier cosa que hagan. Juana se dirigió a su hijo como director y le dijo:

-Federico, ¿no te das cuenta de que este hombre sale verde?

Era cierto. El color de mi piel daba en la cámara un tono bastante pálido y avitamínico. El resultado venía de un hecho bastante simple: yo no me maquillaba. Y las ilusiones mías y las de Federico unidas al entusiasmo de ambos, nos impedían ver algunos defectos como el de la apariencia mortecina de mi rostro. Pero a Juana no se le pasó por alto, acostumbrada como había estado a haber sido una auténtica estrella del cine de los cuarenta y los cincuenta. Y ella misma, para mi asombro, tomó las riendas de aquel problema y decidió solucionarlo, al instante, en su propia casa:

-Desde ahora yo lo maquillo.

Dicho y hecho. Cada vez que iba a rodarse una nueva escena yo vivía la dicha de sentarme en la butaca que ella me indicaba, con la típica servilleta de papel blanco bajo el cuello, la cabeza levantada, ofrecida con docilidad y obediencia a su magisterio bien aprendido al hilo de sus famosas películas. Cerraba los ojos para facilitarle la tarea por los párpados y las cejas. Pero los cerraba sobre todo para sumergirme en el sueño increíble de lo que me estaba pasando. Ni que decir tiene que dejé de salir verde. Y que mi primera maquilladora fue Juana Reina.

(*)José María Fuertes es cantautor y abogado.

Tagged with:

Artículos relacionados

Leave a reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.